Leía ayer (técnicamente hoy, pues el post rebasaba por escasos minutos la medianoche) a ese melómano entendido en fútbol que es Julián Ruiz escribir que, en los últimos meses, la prensa española se había visto sometida por el influjo del “buenismo azulgrana” hasta un punto insospechado. No gustamos en este blog de hablar del eterno rival (esto sería discutible con una mirada histórica lo suficientemente amplia), pues siempre hemos entendido el fútbol como exaltación de los triunfos propios y no de las miserias ajenas; pero sirvámonos de un ejemplo para entender hasta qué punto la reflexión de Ruiz es acertada.
El pasado domingo, cuando uno de los ayudantes de Mourinho tiró al césped accidentalmente al delegado de campo, se llegaron a oír voces clamando por su inmediato despido (en El Larguero, por ejemplo, en boca del señor X). Se aprovechó incluso la euforia para ridiculizar a Mourinho ante su supuesta amenaza de no comparecer en rueda de prensa y hubo quien sugirió que, en caso de que el luso se presentase ante los medios, se negaría a responder sobre cualquier pregunta relativa al director general deportivo. Cualquiera que escuchase la rueda de prensa de ayer de Mou entenderá que ni postergó su comparecencia ni eludió ninguna cuestión, así que no hace falta dar más pábulo al asunto. Tomemos el puente aéreo. Guardiola anuncia vacaciones extra para Messi, en un proverbial ejemplo de equidad, y en rueda de prensa los periodistas se echan como lobos encima de Pep para cuestionarle sobre el impacto negativo que tal agravio puede tener en el vestuario. ¿Cómo? ¿Que ustedes no escucharon esas preguntas? Ah, cierto, ahora que caigo, estaban sólo en mi cabeza.
No creo en teorías conspiratorias ni en confabulaciones judeomasónicas en contra del club más grande de la Historia; pero eso es una cosa y otra que, ante el ambiente general de palmerismo que rodea a todo lo que huela a azulgrana, uno no deje de sorprenderse por el distinto rasero empleado para medir acontecimientos según si el que lo dice es antipático o mea colonia.
Digo todo esto porque aquella expresión de la prensa “amaestrada por el buenismo azulgrana” me trajo a la mente el concepto de propaganda negra, ese recurso utilizado desde tiempo inmemorial (aunque uno de los ejemplos más citados es el de los nazis en la Francia invadida durante la Segunda Guerra Mundial) que consistía en lanzar mensajes de desaliento desde fuentes que los receptores consideraban equivocadamente como amigas. Y ese doble rasero al que aludía antes se aplica, a mi entender, desde cavernas mediáticas no muy remotas, como diría el otro.
Frente a ese ejercicio de propaganda negra barata al que se ve sometido cíclicamente el madridismo, e intuyo que es el aficionado quien más lo sufre, de ahí las simpatías hacia Mou, el único que se resiste a comprar motos que no carburan, la mejor solución es siempre una exhibición de propaganda blanca. Eso, a fin de cuentas, es lo que vino a ser el partido de anoche ante el Levante.
Más allá de los ocho goles, que quedarán para engordar titulares y estadísticas, el Madrid dejó la impresión de que, aunque sigue estando en construcción, es uno de esos equipos frente a los que los más modestos viven permanentemente en el alambre. Si el saco no se rompe, uno puede soñar con la campanada, como bien sabe el Levante; pero, como el zurrón se rasgue pronto, la cosa puede acabar a la tremenda. Como bien sabe el Levante.
Que sí, que Benzemá sólo marca ante los equipos pequeños, de momento, pero que lo haga de tres en tres y dejando destellos de clase (no sólo en los goles) que a uno indefectiblemente le recuerdan al gran R9 es bueno para el Madrid. Que salga del campo ovacionado es bueno para el Madrid. Que Cristiano los marque también a tríos casi sin querer y que Özil sea tan descaradamente magistral es bueno para el Madrid. Que cada vez que Di María coge el balón o que Xabi levanta la cabeza se despierte un runrún en la grada es bueno para el Madrid. Que la zaga siga rotando jugadores sin perder seriedad es bueno para el Madrid. Que Casillas acabe uno de cada dos partidos sin despeinarse es bueno para el Madrid. Que Morata tenga tan buena pinta de futbolista, que Granero empiece a tener arranques de genio y que Pedro León salga y cumpla es bueno para el Madrid. Y que lo entrene alguien que va de frente, guste o no, y tiene tanta idea de fútbol es bueno para el Madrid.
Y, como he dicho otras veces no hay espejos que valgan ni rivales en los que haga falta mirarse, pues el Madrid se ha construido siempre a base de convicciones propias y de un modelo al que, en los últimos años, sólo le ha faltado tiempo y le han sobrado excesos de propaganda negra. Y a nosotros, de siempre, nos ha gustado el blanco.
No creo en teorías conspiratorias ni en confabulaciones judeomasónicas en contra del club más grande de la Historia; pero eso es una cosa y otra que, ante el ambiente general de palmerismo que rodea a todo lo que huela a azulgrana, uno no deje de sorprenderse por el distinto rasero empleado para medir acontecimientos según si el que lo dice es antipático o mea colonia.
Digo todo esto porque aquella expresión de la prensa “amaestrada por el buenismo azulgrana” me trajo a la mente el concepto de propaganda negra, ese recurso utilizado desde tiempo inmemorial (aunque uno de los ejemplos más citados es el de los nazis en la Francia invadida durante la Segunda Guerra Mundial) que consistía en lanzar mensajes de desaliento desde fuentes que los receptores consideraban equivocadamente como amigas. Y ese doble rasero al que aludía antes se aplica, a mi entender, desde cavernas mediáticas no muy remotas, como diría el otro.
Frente a ese ejercicio de propaganda negra barata al que se ve sometido cíclicamente el madridismo, e intuyo que es el aficionado quien más lo sufre, de ahí las simpatías hacia Mou, el único que se resiste a comprar motos que no carburan, la mejor solución es siempre una exhibición de propaganda blanca. Eso, a fin de cuentas, es lo que vino a ser el partido de anoche ante el Levante.
Más allá de los ocho goles, que quedarán para engordar titulares y estadísticas, el Madrid dejó la impresión de que, aunque sigue estando en construcción, es uno de esos equipos frente a los que los más modestos viven permanentemente en el alambre. Si el saco no se rompe, uno puede soñar con la campanada, como bien sabe el Levante; pero, como el zurrón se rasgue pronto, la cosa puede acabar a la tremenda. Como bien sabe el Levante.
Que sí, que Benzemá sólo marca ante los equipos pequeños, de momento, pero que lo haga de tres en tres y dejando destellos de clase (no sólo en los goles) que a uno indefectiblemente le recuerdan al gran R9 es bueno para el Madrid. Que salga del campo ovacionado es bueno para el Madrid. Que Cristiano los marque también a tríos casi sin querer y que Özil sea tan descaradamente magistral es bueno para el Madrid. Que cada vez que Di María coge el balón o que Xabi levanta la cabeza se despierte un runrún en la grada es bueno para el Madrid. Que la zaga siga rotando jugadores sin perder seriedad es bueno para el Madrid. Que Casillas acabe uno de cada dos partidos sin despeinarse es bueno para el Madrid. Que Morata tenga tan buena pinta de futbolista, que Granero empiece a tener arranques de genio y que Pedro León salga y cumpla es bueno para el Madrid. Y que lo entrene alguien que va de frente, guste o no, y tiene tanta idea de fútbol es bueno para el Madrid.
Y, como he dicho otras veces no hay espejos que valgan ni rivales en los que haga falta mirarse, pues el Madrid se ha construido siempre a base de convicciones propias y de un modelo al que, en los últimos años, sólo le ha faltado tiempo y le han sobrado excesos de propaganda negra. Y a nosotros, de siempre, nos ha gustado el blanco.
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Foto: Ángel Martínez