domingo, 22 de mayo de 2011

La cultura de la paciencia

Para los incrédulos de la progresión, no hay receta mejor que las estadísticas. Sobre todo cuando, sumergidos en la vorágine de la competición, a veces perdemos la perspectiva de las muchas cosas que pueden suceder durante nueve meses. No hace ni un año el Madrid penaba para marcar goles. En los comienzos de la competición de la regularidad, ayer finiquitada, el equipo merengue necesitó cinco jornadas para perforar seis veces la red rival. En dos de esas ocasiones, se tiró incluso hora y media sin acertar entre los tres palos.
Ayer, contra el Almería, equipo que selló su defunción más o menos cuando el Madrid empezó a mirar más por las Copas que por la Liga, el Mou-team metió ocho goles, dos más que en aquellas primeras cinco jornadas. Lo hizo, además, con algunos protagonistas impredecibles en aquellas alturas.
Uno, Adebayor, por no encontrarse presente entre las huestes que comenzaron la temporada. El togolés, mal que les pese a algunos, ha cumplido a la perfección su cometido, y si el Madrid ha estado pugnando hasta el final por todos los títulos, ha sido en buena parte porque, gracias a él, se esfumaron los escalofríos que, sí, eso también pasó, despertó la baja de Higuaín. Manolito marcó ayer tres para engordar una estadística que no le hacía justicia, pero hoy por hoy sigue siendo el complemento perfecto para la delantera del Madrid. Sí, Agüero está en otra liga, pero mientras a este deporte se siga jugando con un solo balón, a este Madrid le vendrán mejor futbolistas como Adebayor.
Otro de los que lucieron ayer fue Benzemá. Más allá de sus dos goles, volvió a ser ese futbolista trufado de detalles técnicos y, más importante que todo eso, de confianza, un Nureyev con coraza de acero. Mal haría Mou si, como se escuchó ayer, estuviese tan empeñado en largar a monsieur, ahora que se avista el final de la travesía por el desierto.
También marcó, sí, un canterano, Joselu, detalle desafortunadamente extraño en las últimas temporadas. Y, esto ya es más normal, el Bicho, el que siempre hace algo, redondeó su estratosférica cifra de goles con un doblete más. Habrá marcado 40 cuando recoja la Bota de Oro y 41 cuando vaya a por el pichichi, pero lo más importante es que, con todo lo que ya era, y era mucho, éste año ha dado más todavía.
Cierto que, en días como el de ayer, se echan en falta la pérdida de puntos en peajes innecesarios; sin ir más lejos, el Almería descendido y goleado (y el árbitro, por qué no) hurtó al Madrid de los 102 goles dos puntos en la primera vuelta. Ha habido más casos también, a lo largo de la temporada, de equipos goleados en el Santiago Bernabéu que lograron hacerse fuertes en su feudo. A bote pronto, se recuerdan los ejemplos del Levante o el Deportivo, al que desde este foro ya se le vaticinó un destino cruel después de su paso por el Bernabéu.
Con todo, y como ya se había ido adelantando en los balances previos de la temporada, este año se ha ganado mucho más de lo que se ha perdido. Más allá del título conseguido, insistimos, no menor en absoluto, se ha empezado mucho mejor de lo que se ha acabado, se han disputado los títulos, se han recuperado jugadores y se ha ido fraguando un bloque. La mejor noticia es que no hace falta fichar mucho más, o al menos no hace falta acometer grandes fichajes. Una segunda buena noticia sería que en el club se haya instalado la cultura de la paciencia, porque se ha demostrado que el tiempo, por poco que ha pasado desde que Mou cogiera el equipo, hace que el viento sople a favor. Más allá de un título, se ha ganado un año de experiencia y, parece, pocas ganas de tirarlo a la basura. En unos meses, más.
R

Foto: Reuters 

lunes, 16 de mayo de 2011

CRécord


A falta de alicientes mayores, el madridismo se congregó ayer frente a los televisores esperando la pedrea. Un premio menor, sí, teniendo en cuenta que no es un club éste que celebre especialmente los pichichis, pero curioso en este caso por lo infrecuente. Fue otro goleador merengue, Hugo Sánchez, palabras mayores, el que había establecido una marca mítica que ayer dinamitó el Bicho.
Nueve goles, nueve, en los últimos tres partidos han aupado al crack de Madeira a unos registros que, si las cosas siguen como hasta ahora, permanecerá en la memoria y en las estadísticas durante muchos años. Hay legiones de futboleros que jamás vimos jugar a Zarra, pero así y todo su nombre se nos asocia sin remisión al gol contra Inglaterra y a un pichichi de récord. No sería extraño que a Cristiano le esperase una suerte similar con las próximas generaciones; así que, visto así, no fue poco lo que se presenció ayer en El Madrigal.
Y es que, como ha sido costumbre esta temporada (excepción hecha del Barça), el Madrid ofreció su mejor cara en el campo de un rival de tronío. Su primera parte en Villarreal fue la mejor publicidad contra todos aquellos que acusan a Mourinho de jugar feo. Toque en zonas de las que hacen daño, posesión relevante, fútbol vertical, jugadores enchufados.
El mejor ejemplo de ello fue, una vez más, Marcelo, que marcó el primer gol tras una cabalgada lanzada por Kakà con un toque sutil que desnudó la obsesión amarilla por los pases a Cristiano. El jugador brasileño ha completado una temporada espectacular por primera vez desde que llegó al Madrid, cosa que no logró con ningún entrenador anterior. Y eso, por más que a algunos les duela, es un hecho.
También ha sido un hecho la titularidad de Benzemá, jugador que pasó de la promesa a la reivindicación. Nuevamente, en la ecuación del francés sólo ha cambiado de un año a otro la incógnita del entrenador. Otro hecho.
Cristiano, por su parte, ayer enchufó dos chicharros de falta (sobre todo el segundo, con el tiempo cumplido) para dejar su registro en una estratosférica marca de 39 goles en Liga. El portugués ya había demostrado ser muy bueno la temporada pasada. En ésta ha llegado a superlativo. A su borrachera de goles e indiscutible peso en el juego del equipo esta temporada se le ha sumado su carácter decisivo en partidos a vida o muerte, como la final de Copa. El año pasado no ocurrió y en la ecuación sólo ha cambiado la incógnita del… ¿adivinan?
Como este invento está plagado de expertos cortoplacistas, parece haberse instaurado un cierto tufo de derrotismo entre la parroquia blanca que, anticipamos, se agravará si al Barça le da por ponerse a cinco Copas de Europa del Madrid el próximo día 28 en Wembley. Por eso conviene recordar los logros no menores obtenidos este año, como los citados anteriormente, o el triunfo de Copa (no por menor sencillo, especialmente si se echa un vistazo a los rivales que hubo que superar), o haber peleado todos los títulos hasta las últimas instancias.
A veces nos olvidamos de que, por más grande que sea la Historia, en un deporte se puede perder. Incluso mejorando mucho, incluso jugando bien, a veces hay equipos mejores. En este caso, en la acera de enfrente habita un once que lleva conjuntándose muchas temporadas y que ha cumplido tres años con el mismo entrenador, una versión 2.0 de su antecesor. Ahí sí nos ganan, pero es cuestión de tiempo: el que queramos darle al proyecto de Mourinho para obtener una continuidad que permitirá agrandar el salto de calidad que ya se ha empezado a dar este año.
R
Foto: AP

domingo, 8 de mayo de 2011

Raro, raro, raro

Por si se han olvidado, no hace mucho que Mourinho era imbatible en casa. Eran tiempos en los que el Madrid todavía estaba en la lucha por la Liga, y los siguientes partidos como local, contra Sporting y Zaragoza, convertían en una rareza pensar que se podría romper una racha de nueve años. Pues se perdieron. Los dos.
Después del Sporting se visitó Valencia y, tras lo de Zaragoza, ayer tocó visitar Sevilla; plazas ambas tradicionalmente de no muy buen fario para los intereses merengues. Pues bien, en ambas ocasiones, el Madrid tuvo el partido sentenciado ya al descanso y acabó firmando seis goles.
¿Raro? Pues hay más: el Real Madrid sólo ha perdido cinco puntos en Liga contra los ocho primeros de la clasificación. Sí, los cinco que volaron hacia Barcelona. Ante los ocho últimos de la tabla, en cambio, fueron doce los puntos que emigraron de Chamartin. Doce.
Si les resulta más ilustrativo pensar en el saldo contra equipos de la misma comunidad, recuérdese que se pinchó contra el Almería y, en cambio, se liquidó al Sevilla en ambos enfrentamientos. Contra el Levante, ese equipo resucitado en la segunda vuelta, se empató hace ya mucho. En cambio, contra el Valencia de Champions  se sacaron seis puntos.
Me disculparán que hable tan poco del partido de ayer, pero si les soy sincero (y saben que siempre lo soy), cuantos más goles caían en la meta de Javi Varas, más me venían a la mente todas las reflexiones anteriores. Es el fútbol, sí, un deporte raro y caprichoso. Sin ir más lejos, Cristiano marcó ayer cuatro goles y el mejor del partido fue Benzemá. Lo del chico francés es un caso también raro: a principio de temporada Mourinho aseguraba que al que se vio el año anterior en Madrid no era a él, sino a su primo. A final de curso parece que estemos viendo a su primo, sí, pero al de Zumosol. A falta de Di Marías, buenos son Benzemás para alegrarse la vista con una buena presión. Si se me han perdido los últimos tres meses de competición les diré que sí, que han leído bien. Benzemá ahora presiona.
Mejoras como la del francés no son en absoluto desdeñables. Frente a lo caprichoso de este juego, pues en ninguna otra clave se puede entender nada de lo explicado al principio de esta entrada, sólo queda el trabajo. Ese que llevó a no caer contra segundabés en la Copa y a firmar una tarjeta impecable en esta competición. Ese que colocó al equipo en el palco de honor de la máxima competición continental. Ese que, hay que recordarlo, ya ha dado sus frutos en el primer año de un proyecto con una media de edad descaradamente baja. El futuro puede resistirse todo lo que quiera con caprichos y renglones torcidos. Pero no le quedará más remedio que acabar vestido de blanco. 
R
Foto: AFP

miércoles, 4 de mayo de 2011

La venganza de los Sith

Quienes habíamos visto el aluvión de clásicos que nos ha deparado el mes de abril y parte de mayo como la primera confrontación conocida entre galaxias futbolísticas de esta magniitud, pensamos que ayer, como en la hexalogía de George Lucas, veríamos la última película, la que daba nombre a la saga, una guerra de las galaxias en toda regla, una batalla suprema por el dominio del fútbol continental y, tal vez, mundial. El título de esta crónica, sí, iba a ser ese: “La guerra de las galaxias”.
Lamentablemente ayer la noticia no fue el fútbol ni las galaxias futbolísticas, sino, y más lamentable es que esto no sea novedad, los de negro. En la saga de películas más famosa de la historia de la ciencia ficción, los de negro se llamaban “Sith”, un grupo de seguidores del lado oscuro de la fuerza que emplean el odio para preservar las prebendas del poder oligarca. Los reconocerán porque anteponen el título “Darth” delante de su nombre.
Ayer, por más que vistiese de amarillo, el de negro fue Darth De Bleeckere. A los que ya entramos en una edad que nos hace lucir canas (o en algún caso, calvas), la actuación del árbitro (¿?) nos recordó a la de este anuncio. Aunque no se subió el cuello de la camiseta (sería difícil este año), Higuaín hizo de Cantoná en una jugada a estas horas tan glosada que optaré por resumir como la decisión arbitral más esperpéntica jamás vista. Si Guardiola inauguró el grupo de entrenadores que critican los aciertos del árbitro, Darth De Bleeckere se inventó ayer la falta de alguien a quien hacen falta. Y tan buena le pareció su creación que decidió estrenar su aplicación a lo grande, anulando el 0-1. Menudo fenómeno.
Y después llegó lo que medio planeta pudo ver, el gol de Pedro, el arrebato de furia del Madrid, materializado en un gol de Marcelo después de una espléndida jugada de Di María que acabó con Mascherano, cómo no, por los suelos. Quedaba media hora de sueños que Darth De Bleeckere se encargó de convertir en pesadilla con una actuación menos escandalosa pero igualmente exasperante.
El Barça tiene su final. Enhorabuena. Los hay incluso que hablan de satisfacción y justicia. Allá ellos. Hay gente que miente y gente que se cree sus mentiras porque es lo único que les permite encerrar su conciencia detrás de la puerta de su propia ruindad. Gente que, además, adorna la mentira con efectismos baratos. Por desgracia, eso no hace que sus vidas dejen de sustentarse sobre mentiras. 
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Foto: Reuters