martes, 30 de noviembre de 2010

Los cinco minutos de Mou

Huelga decir que duele escribir estas líneas más que lo que se sufrió (y fue mucho) durante los noventa minutos de ayer en el Camp Nou. Duele porque se desvanecen ilusiones creadas quizá precipitadamente al albur de un equipo que respondió con inusitada solvencia la llamada de un ganador desde los banquillos. Duele porque, más allá del resultado, una losa que sólo se olvida con un soplamocos de vuelta similar, más allá de la primera derrota en meses, el equipo dejó una impresión de impotencia abrumadora ante un rival que coleccionó postales para su imaginario histórico. Duele, en fin, porque una vez más, y ya van muchas en el coliseo blaugrana, el madridista no pudo paladear nada de lo mucho bueno que el Mou team le había venido ofreciendo desde el comienzo de la temporada.
Dicho todo lo cual, no nos volvamos locos. Según volvía a casa rumiando la salvaje goleada y farfullando alguna blasfemia que otra, escuché al gran Guasch decir que lo mejor que había ofrecido el Madrid hoy eran los cinco minutos de Mourinho en rueda de prensa. Y no le falta razón. En tiempos de crisis, mejor no mover los muebles, y algo parecido vino a decir Mourinho cuando explico, con serenidad, que el partido se le había puesto de cara al Barcelona con dos errores tontos suyos. No quiso personalizar, pero el gesto de su rostro que captó la cámara después del segundo gol azulgrana resumía todo: ¿cómo es posible que un balón escoradísimo atraviese la barrera de un defensa que encima y otro que llega de segunda línea y doble las manos del mejor portero del mundo? Pues eso.  Apostilló Mou que a partir del tercero no hubo partido, aunque quienes lo vimos tuvimos esa sensación casi desde el tempranero balón de Messi al palo, el único que se atrevió a plantarle cara ayer al argentino.
Lo mejor de los cinco minutos de Mou es que demostraron la gallardía y el saber perder que muchos jugadores no supieron tener sobre el césped. Tampoco les culpo en exceso, en esas situaciones habría que verse ahí abajo para entender que los cortocircuitos se multiplican inexplicablemente en esas situaciones.
No nos volvamos locos, digo, porque la goleada nos  ha recordado, quizá por la vía rápida y más dolorosa, que el Barça es un equipo hecho y el Madrid no. Que el Barça goza de la mejor generación de su historia y el Madrid no, aún. Y aunque apetezca, eso tampoco es como para pegarse un tiro. Es para entender que el camino es largo y tendrá sus buenos tropezones. No sé quien dijo que era preferible perder un partido por cinco a cero que cinco por uno a cero. Quien fuese desconocía los códigos de este tipo de partidos; pero tampoco se le va a negar una evidencia que Mou tampoco se olvidó de recordar en rueda de prensa: el equipo está a dos puntos y no a veinte. Se podría apostillar, y en esto servidor también entona el mea culpa por la progresiva inducción al estado de euforia que tan difícil resultó evitar, que tampoco debe de ser una obligación ineludible derrotar a un rival en semejante estado de gracia. Lo exigible es comenzar a andar un camino, pergeñar un estilo, darle tiempo, entender las caídas. Dar la cara. Ayer tocó cruz, pero mañana es hora de levantarse y seguir. 
R
Foto: Ángel Martínez

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Peces de ciudad


La rueda de la historia obligó ayer a desempolvar recuerdos que en verdad nunca se marcharon. La luz era distinta, aquella primaveral, la de anoche de final de otoño, pero en el fondo era la misma, como los ojos, diferentes tras doce años de peregrinaje pero en realidad los mismos de aquella noche de mayo del 98 con la vida por delante y el blanco y negro brillando al lado del color.

En realidad fue como volver al lugar donde por primera vez cenaste con ella, a recorrer las calles de los primeros paseos, a disfrutar del abrigo de aquella primera noche. Para muchos madridistas, el escenario de anoche fue el de la primera vez. Y el equipo estuvo a la altura. En el toque de espuela de Özil, en el remate de Benzema, en el magisterio de Xabi Alonso, en la voracidad de Cristiano Ronaldo, en la sobriedad de Albiol y en la electricidad de Di María.

“Al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver”, canta Sabina, o Ana Belén, para quien lo prefiera, en ‘Peces de Ciudad’. Añado: salvo si es para honrar tu memoria y demostrar que mereces, por décima vez, la felicidad.

GT

lunes, 22 de noviembre de 2010

Un yoyó a través del aire


Una vez leí o le escuché decir a alguien que en ‘Las Meninas’ Velázquez logró “pintar el aire”. Y es cierto. Entre los personajes y en la parte superior del cuadro se detecta con la vista y, permitidme la exageración, casi con el olfato, el ambiente, el aire, de aquella estancia del desaparecido alcázar de Madrid.

Quizá influido por la teconolgía HD, que ‘pinta el aire’ con la misma eficacia que lo hizo Velázquez 350 años antes, al ver a Özil desplazar el balón durante el partido entre el Real Madrid y el Athletic Club me vino a la memoria el recuerdo de esa idea. Seguro que el alemán habrá jugado y jugará partidos más completos. Como también es seguro que siempre transmitirá las mismas sensaciones al entrar en juego. La de estar ante uno de esos futbolistas verdaderamente distintos, capaces de jugar con los cuatro elementos de este deporte: pelota, espacio, tiempo y rival. Con el aire que se cuela entre el césped, los equipos y la pelota.

Llega medio segundo antes y pone la pelota un centímetro por encima, o por debajo, de la bota, de la cabeza o del guante del rival. A veces, cuando dos adversarios le rodean y un compañero descolocado le estorba, piensas que perderá la posesión. Pero no. Desenreda cualquier lío como cualquier colegial de los que ya no existen dominaba el yoyó. Enseñándolo y escondiéndolo a su antojo, como si el cuero estuviera cosido a sus pies con una goma elástica que sólo los de su casta poseen y que no es otra cosa que el toque mágico para dominar algo tan vivo y caprichoso como un balón.

GT

Invictos al Camp Nou

 
No es el Madrid equipo que se arrugue fácilmente. El sábado se le presentaron dos chinitas que en otros tiempos pudieron tornarse montañas; a saber, una goleada mayúscula del eterno perseguidor zanjada minutos antes de su propio choque y un rival al que se presuponía áspero y que, cosas de la vida, dejó más regusto a colonia que a linimento. Pues ninguna de las dos cosas atoraron a este Madrid, que espantó a gorrazos cualquier atisbo de canguelo por la mayúscula superioridad azulgrana en tierras andaluzas, y que sofocó la rebelión de un Athletic tan fino y estilizado en punta como tosco en la retaguardia.
Lo hizo, además, pese a que los bilbaínos enseñaron las fauces en varias ocasiones antes de que el Madrid abriera la lata. Especialmente notable fue un requiebro de Llorente en la media baldosa que le dejó libre Carvalho y cuyo disparo posterior fue desbaratado por Pepe casi en la misma raya. De las pocas veces, por cierto, que el portugués le ganó la partida al tallo riojano. Toc, toc. Albiol llama a la puerta.
Con el Madrid acogotado, una jugada de hilván grueso de las que tanto le gustan a Higuaín acabó con un mano a mano ante Iraizoz que el Pipita no desaprovechó. 1-0 y el Athletic a remar contracorriente, con lo que ello supone ante una grada con especial propensión a combustionar cuando su equipo carga a la contra. Pero tampoco es el Athletic un  equipo que se arrugue fácilmente. Las ausencias obligaron a Caparrós a dibujar un conjunto con menos músculo, pero ni siquiera eso y el marcador en contra cortaron la dinámica previa al 1-0. El Athletic siguió acumulando ocasiones de peligro, con intervenciones de mérito de Casillas como la que sacó para asombro colectivo a Markel Susaeta. Toc, toc, Albiol llama a la puerta.
Fue tal el arreón rojiblanco que, igual que tras el pitido inicial no resultó descabellado vaticinar un primer gol visitante, por momentos dio la sensación de que el empate pendía sobre la cabeza del Mou-team. Tal vez arrastrado por la euforia de verse dominador en campo ajeno, el Athletic se encontró con una nueva contra en la que tres madridistas se bastaron para dar el mate a los escasos cuatro defensas que consiguió recuperar el Athletic en la transición. Fue de nuevo el Pipa el inductor, con Özil de claro cooperador necesario y, cómo no, Cristiano de brazo ejecutor. Dos a cero y el Athletic blasfemando por el crimen cometido.
Como el fútbol a veces es una suerte retorcida, cuando más cerca estaban los bilbaínos de la lona, una concatenación de rebotes en el área blanca con un fuera de juego tan evidente como disculpable encendió de nuevo la mecha del partido gracias a un oportunista (sí, también tiene esta virtud el chico) Llorente. La victoria por la mínima se ajustaba más a lo visto en el campo y con ese resultado ambos equipos se marcharon a vestuarios.
Allí debió de cargar las pilas Di María, un jugador tan eléctrico que resulta entendible que los rivales le derriben sin segundos pensamientos. El chico no da tiempo a hacer muchas cábalas. El caso es que de sus botas y de los quiebros de su cintura nació el enésimo penalti que forzaba para su equipo. Ramos, al que le seguían escociendo los cuatro que le metió el equipo de CR7 a España a media semana, se tomó su revancha particular hurtándole al luso una pena máxima. Que lo hizo por inaugurar su casillero ante las dificultades para ver puerta cada vez que remata de cabeza está claro. Otra cosa es que el asunto le vaya a compensar, porque Mourinho no parece ser muy amante de estas galanterías.
El caso es que con 3-1 el partido entró en una deriva mucho más favorable para el Madrid, que engordó su cuenta con dos goles más de Cristiano: uno tomahawk marca de la casa, con la indispensable colaboración de Iraizoz, ese hombretón al que no le intuíamos tanto tembleque antes de empezar el partido; y otro de penalti claro a Granero, que disfrutó de sus minutos, como Benzemá, bastante intrascendentes ambos.
Le costará al Athletic determinar en qué momento el partido dejó de ser un toma y daca que ganaba claramente a los puntos para convertirse en una manita sin paliativos. Y ahí radica también la fortaleza de un Madrid al que le cuesta más penetrar en la violencia alevosa de rivales que tiran el partido de entrada que en el descaro atacante de quienes plantean un duelo a cara descubierta.
Algunos se tomarán las palabras de Ronaldo al acabar el partido ironizando sobre los ocho goles que metió el Barça en su entrenamiento previo al derby como una muestra de chulería, pero encierran una gran verdad. Y es que, independientemente del resultado final del partido del próximo lunes, por lo visto en lo que va de temporada al Madrid le sientan mejor rivales como el Barça que al Barça contrincantes como el Madrid. 
R
Foto: Elisa Estrada

viernes, 19 de noviembre de 2010

Derechos a la defensa y leyes no escritas


Llevamos una semana de polémica por las declaraciones, hace casi dos meses (detalle no menor) de Mourinho sobre la alineación del Sporting de Gijón en el Camp Nou y la respuesta de Manolo Preciado en rueda de prensa previa al Sporting-Real Madrid. Aquí dejo algunas reflexiones.

1. Morinho opinó sobre una realidad, la de que el Sporting sacó mayoría de suplentes en el Camp Nou.

2. En este país en que se exalta día tras día lo políticamente correcto, Mourinho siempre estará mal visto, diga lo que diga y haga lo que haga. Las leyes no escritas no son leyes. Las leyes se escriben desde el Código de Hammurabi. Así que lo de que no se puede opinar sobre un compañero de profesión es muy relativo (me extraña mucho que se escandalicen algunos periodistas, profesión donde tus colegas te destripan en cuanto te das la vuelta).

3. A veces, más de las que me gustaría, Mourinho no ofrece una imagen a la altura del cargo que ocupa, pero en este caso me hubiera gustado ver a todos los inquisidores acusarle al día siguiente de hacer esas declaraciones, no un mes y pico después y a raíz de las que hizo el entrenador sportinguista, a quien le interesó traer el tema para sobreexcitar a sus jugadores.

4. Preciado, en su rueda de prensa acabó diciendo que sus reproches y calificativos iban contra Mourinho, no contra el Real Madrid. Sin embargo, el antimadridismo militante lleva una semana aprovechando la coyuntura para criticar al club, en un ejercicio de identificación de una entidad de 108 años con un entrenador que lleva cuatro meses.

5. El Sporting y su afición (formada por algunos, diría numerosos, energúmenos que quieren arrasar Valladolid por el precio de unas entradas, Oviedo por motivos 'obvios', el Bernabéu por sucesos recientes y que salen en la tele llamando etarras a los jugadores del Athletic) tienen derecho a defender a Preciado. Igual que el Madrid y sus aficionados tienen derecho a no tragar con cualquier linchamiento que se le ocurre al primero que pasa con los sólidos argumentos de "aquí somos de pueblo pero no somos unos primos...".

6. Cada día más, estas polémicas artificiales, hinchadas para que algunos ganen dinero y otros notoriedad, afectan más a la convivencia futbolística entre aficiones y enrarerecen el ambiente. Algunos, Preciado el primero, están dispuestos a insinuar ciertas justificaciones de actos vandálicos, y es indiferente en este caso si usan el verbo en presente, en futuro o en condicional.

7. Digan lo que digan, lo que más fastidia a los alimentadores de polémicas es que Mourinho aún no ha perdido un solo partido al frente del Madrid. El equipo se está construyendo más rápido de lo que a muchos les gustaría y los fichajes están resultando. En España hay muchos que eso no lo pueden soportar.

GT

domingo, 14 de noviembre de 2010

Con novedad en el frente

Preciado había calentado la víspera del partido de ayer en El Molinón en términos que no sólo le cuestionan como entrenador y colega, esos que tanto se han esforzado otros en esgrimir, sino como detractor de la violencia. Y sigue sin disculparse, pese a que ayer tuvo una excelente ocasión frente a las cámaras de GolTV. Y Antiviolencia sigue de parranda.
El caso es que los madridistas sabían lo que se les venía encima, no sólo por las declaraciones del insensato Preciado, sino porque en las últimas temporadas El Molinón se ha convertido en tierra hostil. No porque Gijón adolezca de merengues, sino porque parece que en el estadio se hacen oír más (probablemente también sean más en número) los que profesan un odio africano hacia todo lo que huela a blanco.
Y tierra hostil fue, y mucho, durante los primeros minutos, en los que los hombres de Preciado –nunca un apellido fue tan paradójico– se emplearon tan a fondo y con tanta dureza que al fin entendimos la diferencia entre titulares y suplentes: los primeros dan más leña. El árbitro, al que no se le puede reprochar nada en la apreciación (lo de sus banderines es harina de otro costal), sí daría más juego en lo disciplinario. Por más que sorprenda, el equipo cuyo juego se acercaba más al rugby, excepto en la nobleza, se fue al descanso con las mismas amarillas que el otro.
Me van a disculpar  que no hable mucho de fútbol, pero tampoco es que esta tarde se haya visto mucho; en parte por voluntad del Sporting, en parte por demérito del Madrid. Salvo un puñado de jugadas truncadas por fueras de juego inexistentes (gol anulado a Higuaín incluido), el Madrid se acercó en contadas ocasiones al área de Juan Pablo, que intervino certeramente en todas las jugadas que tuvo que hacerlo. A vuelapluma se recuerdan una de Di María desde el piquito del área, otra de Higuaín en un mano a mano y una de Benzema que el ex del Numancia salvó con el antebrazo, todas ellas en la segunda parte, a lo que hay que sumar un tiro al poste de Higuaín en la primera. El Sporting también tuvo las suyas, sobre todo un cabezazo de Barral salvado milagrosamente por Casillas, de nuevo en vuelo angelical, y dos mano a mano, ambos más escorados que el del Pipa, que Sangoy acabó cruzando en exceso. Pero, en general, el Sporting sabía que esa no era la batalla. Tanto era así que hasta algún aficionado quiso aliviar a su equipo disparando una pelota de periódico contra Casillas. Que alguien disparase algo, por lo menos, debió de pensar aquel descerebrado, valga la paradoja.
Lo mejor, al cabo, es que sí que hubo novedad en el frente. El Madrid acabó resolviendo en el 82’ un partido en el que el año pasado se le escaparon dos puntos. Lo hizo gracias a un gol de Higuaín, si bien el  mayor mérito, y ya los está acumulando como para ascender a cabo, habrá de atribuírsele al soldado Benzema, que cruzó inteligentemente un remate de cabeza al que Juan Pablo le quiso echar el lazo sin darse cuenta de que la cuerda le había quedado un poco larga. Higuaín, tipo fino para detectar estos errores de cálculo, remachó con la mirada fija en el linier, no fuera a ser que le hiciera otra de las suyas.
Lo peor fue es la manera en la que el Madrid se metió en la dinámica guerrillera sugerida por las huestes de Preciado. Y no sería porque no lo avisara, ahí habrá que romper una lanza por el bueno  (¿?) de Manolo. Dentro del tono de seriedad del equipo, cuya epítome ayer fue tal vez Pepe –ayer tocó partido bueno, quizá por eso le pitaron tanto–, hubo pinchazos que, sin resultar alarmantes, sí merecen ser destacados. Cristiano se diluyó entre la nube de contrarios y patadas que le montó el rival, aunque también se entiende que su juego celebra más el campo abierto que el minado. Di María manejó el timón de ataque del equipo durante muchos minutos (tanto que sorprendió su cambio y no el de Özil, disuelto también entre tanta trinchera), pero en ocasiones se perdió en peleas intestinas y no brilló en la recuperación como otras veces. Marcelo empezó más fallón que de costumbre, con pérdidas peligrosas tanto en defensa como con el medio campo, aunque en la segunda parte se entonó. Y no se menciona todo esto a modo de alarma, ya digo, sino también para prestigiar en parte la brega (aunque a veces se le cayera la “g”) de un Sporting que se quedó a ocho minutos de puntuar. El general Higuaín lo evitó con un gol gritado de manera tan vibrante en la celebración como duros de arrancar fueron los tres puntos de territorio tan hostil.
R
Foto: David R. Anchuelo

viernes, 12 de noviembre de 2010

Tonterías, las justas

 
Una azarosa concatenación de circunstancias me ha hecho coincidir el visionado del partido copero contra el Murcia con la entrevista que José Ramón de la Morena ha hecho esta noche a José Mourinho. No pasan ni unos segundos y empiezo a constatar que la banda sonora del portugués empasta con el fluir de su equipo sobre el tapete del Bernabéu mucho mejor que los siempre interesantes comentarios de Carlos Martínez y Michael Robinson.
Sus palabras, más allá de los consabidos tópicos que lo tienen por chulesco y borde, evocan valores que el madridismo añoraba: compañerismo, sacrificio, trabajo, justicia, proyecto, seriedad; su equipo, el que veo en la reproducción en diferido, transmite la misma idea. Cierto que, con los hombres que salieron en la alineación del miércoles, resulta más difícil avasallar dando espectáculo; no por falta de calidad, sino de confianza, sospecho, de los menos habituales. Con todo, los once repiten con sus actos todas y cada una de las palabras con las que Mou va engatusando una vez más a De la Morena, y a servidor, de paso.
Porque el Madrid se ha enganchado a la Copa, esa competición que Mourinho confesó en antena que merece más prestigio y que desea que el Madrid sea uno de los que contribuya a que lo tenga, con un lema que recuerda al programa de la sobremesa de Cuatro pero que tiene muchas menos dosis de humor y bastantes más tazas de seriedad: tonterías, las justas.
Independientemente de quienes se planten sobre el césped, este equipo empieza a forjarse ya una identidad que lo hace reconocible ante los ojos de todo el mundo como una escuadra de Mou. Pero no es lo único que ha cambiado: el público, tradicionalmente frío y más partidario de remar a favor de corriente, el miércoles jaleó a Casillas en dos amagos de pifia que tuvo y a su entrenador cuando el árbitro lo expulsó en un alarde más del tarjeterismo febril que lo acompañó toda la noche. Más aún, aplaudió a rabiar a un Pedro León que, sin suerte ni mucha puntería ayer, cuajó un partidazo y se pareció más a lo que Mou quiere de él.
Similares comentarios se le pueden aplicar a Benzemá, para quien esta eliminatoria ha de suponer una suerte de catarsis. Salió enchufado el francés, tanto que hasta quienes le acusan de empanado –Quico Alsedo, dedícate a la música– seguro que se sorprendieron de ver un rictus tan distinto en la faz del galo. Con las ciclotimias en plena ebullición, cosa normal cuando aún no se han coleccionado motivos suficientes para envolver el ego en aguas plácidas, apareció y desapareció en el partido dejando detalles fabulosos y otros momentos que recordaban más a su versión más gris; pero lo cierto es que todo hace indicar que está a punto de remontar su particular Everest.
Por cierto, que Cristiano el egoísta le cedió el penalti y toda su atención desde que ingresara en el campo, tal era su voluntad de hacer del francés su particular hijo pródigo. En realidad fue todo el equipo quien se volcó con él, lo cual también es buena muestra de los registros fraternales en los que se mueve este grupo. Insisto, cosas muy raras para lo que se venía estilando en los últimos años.
A todo esto, el Madrid liquidó el asunto con una manita que incluyó ciertas dosis de polémica en el segundo gol –fuera de juego de Ramos- y en el cuarto –penalti a Di María, estelar de nuevo, tan riguroso como patente–. Pero en el fondo el marcador fue lo de menos; lo de más fue ver a buena parte de los suplentes enchufados, al Bernabéu entregado, y al Madrid honrando por fin una competición con la que, si bien su relación no ha sido tradicionalmente idílica, a buen seguro sus aficionados sentirán más apego que otros equipos con más laureles en ella. Tonterías, pocas, seriedad, mucha: un lema con el que se perderá alguna vez, seguro, pero con el que no habrá reproches ni fantasmas dignos de escarnio como en ediciones cercanas.
R
Foto: David R. Anchuelo

lunes, 8 de noviembre de 2010

Apuntes y preguntas a raíz de un derbi

Aunque el título no lo dé a entender así, empecemos por las preguntas (se admiten, es más, se requieren, respuestas):

1. ¿Es posible que el Madrid haya alcanzado su cénit de juego en el mes de octubre contra el Depor, el Racing y el Milanosaurus Rex?

2. ¿Por qué hemos tenido que esperar a que tenga casi 30 años para darnos cuenta de que, desde Fernando Redondo, nadie ha llevado la manija del Madrid como Xabi Alonso? (Si hace 6 años, cuando lo pidió Camacho, el club hubiera echado el resto por el tolosarra, nos hubiéramos ahorrado los dineros de, entre otros, Gravesen y Pablo García)

3. Si Xavi usa plasma para curar sus tendones de Aquiles, ¿qué emplea el futbolista que juega en el lateral izquierdo de la defensa blanca para parecerse al de temporadas anteriores en el dorsal y el nombre?

4. ¿Será capaz Benzema de diseñar esas paredes que tan buen resultado están dando en los primeros veinte minutos de un encuentro, contra una defensa fresca, en lugar de en la recta final del partido?

Y ahora, los apuntes:

1. Es muy, muy difícil ganar tres, dos o un título por temporada con 13 jugadores útiles en la plantilla. Y si no, que se lo pregunten a Carlos Queiroz.

2. Pepe tiene dos características fundamentales que le hacen ser titular por delante de Albiol: una, es portugués. Dos, su representante es Jorge Mendes.

3. El Madrid llevaba sin fichar (de producirlo en su cantera ni hablamos) a un tipo con tanta clase y juventud como Özil desde... no me acuerdo.

4. Sergio Ramos está pero no está, aunque estando sin estar tiene talento y poderío para que no pueda faltar.

5. En agosto pensé que Carvalho era la versión 2.0 de Cannavaro. Perdón.

6. Alguien le tiene que decir a Di María que el reglamento no prohíbe pasarle la pelota al compañero dentro del área rival.

7. La verticalidad y el vértigo con que juega el Madrid son un arma de doble filo. Cuando quiere dormir los partidos, el equipo se hace más vulnerable.

GT

La vida sigue igual

 
Al Real Madrid le bastaron veinte minutos de juego soberbio para rematar a un rival que sigue aquejado de un miedo escénico crónico cada vez que pisa el coliseo merengue. La afección, que abarca ya una década larga o todo un siglo, según se mire, se apoderó, eso sí, más de unos que de otros. Al rubio, larguirucho y barbilampiño De Gea, por ejemplo, esta noche le ha pesado mucho más lo último que cualquier otro adjetivo que sobre él uno pueda imaginar. Tampoco debería preocuparse mucho. Hay portero, y para rato, aunque la noche en el Bernabéu no le acompañara.
El Madrid, digo, salió en tromba, dispuesto a resolver el partido por la vía rápida, o cuanto menos dejar al enemigo con las piernas tiritando. Sin embargo, el Atlético, al que se le intuyó una sobredosis de vídeos del rival, decidió parapetarse con una defensa que combinaba una línea muy adelantada con una superpoblación de efectivos. Quien se haya visto obligado a coger el metro en hora punta sabrá adivinar cuál fue el resultado de este planteamiento de partido. Sin embargo, el Madrid obvió las prisas y agradeció sin duda que la grada entendiese el gesto. Aquí Mou también tiene algo que ver, aunque quizá haya quien me tache de exagerado.
El caso es que en pleno atasco Cristiano se erigió nuevamente en faro para asistir a Di María, que cargó de veneno un remate del que De Gea se deshizo como pudo. Khedira, que hacía las veces de palomero, remató a las mallas. Una pena que el fuera de juego no haya permitido a los palomeros aspirar a las glorias que sí disfrutan en otros deportes.
Con todo, aquel primer beso a las redes reavivó viejos fantasmas entre la tropa colchonera. No habían pasado ni cinco minutos cuando el Atlético se vio lamentándose por una falta a Reyes primero, y por un rechace después, para preguntarse por último qué infortunio divino había dejado al central del contrario en un mano a mano con su portero. Carvalho, que se había incorporado en otro acto de fe de los suyos, remató por bajo con la sobriedad de un punta top. La falta a Reyes, el mejor de los rojiblancos, es tan dudosa que dependiendo de la toma uno está seguro de una cosa como de la contraria, así que se pueden entender las dudas de Mateu Lahoz; más cuando minutos antes había escamoteado una muy similar a Ramos a la misma altura del campo. De los rechaces hay poco que decir, salvo que Napoleón quería a sus generales con suerte, y Mou es el entrenador más imperial de los que habitan hoy el planeta fútbol. Y de Carvalho, esta noche sólo se pueden apostillar cuatro palabras: man of the match.
Con el miedo en el cuerpo por verse de nuevo remando contracorriente en un feudo tan hostil, Özil botó una falta sobre el piquito del área que desnudó los nervios de De Gea y se coló rasa por su palo. Sonaban los tambores de guerra y los indios se sorprendieron al ver que eran los vikingos quienes querían sus cabelleras.
Sin embargo, en otro de esos giros ciclotímicos que a veces saca a relucir el Madrid, los últimos veinte minutos de la primera parte se convirtieron en casi un monólogo de los rojiblancos. Estéril, en su mayoría, sí, pero dominio, al fin y al cabo. Y tampoco tan estéril, si se recuerdan dos zarpazos, uno al alimón de Raúl García y Forlán y otro de Reyes desde fuera del área. En ambas ocasiones Casillas se vistió el traje de las mejores ocasiones y despejó con acrobacias felinas. Después de su actuación de ayer, está por ver si no le habrán cambiado la cerradura de casa.
La segunda parte arrancó con las mismas ansias por parte de los jugadores blancos que la primera. Retumbaban, a buen seguro, en los tímpanos de todos ellos las palabras de Mourinho, al que fijo que no le había gustado el modo en el que había despedido su escuadra la primera mitad. No habían transcurrido ni dos minutos de la reanudación cuando Higuaín empaló una volea a un buen pase de Özil que estuvo a punto de resquebrajar el poste. A juzgar por la mirada de De Gea, todavía no se sabe muy bien quién de los dos se quedó temblando más.
El partido fue derivando a partir de entonces a un nuevo dominio territorial del Atlético, que tuvo su mejor ocasión en un disparo al poste de Forlán, por lo demás tan desaparecido como su compañero de vanguardia, el Kun. El Madrid se fue apagando hasta que Mou se decidió, un tanto tarde ante la evidente falta de oxígeno del equipo, a dar entrada a los cambios. Especial mención merece Benzemá. De las botas del francés surgieron jugadas interesantes, como una dejada a la galopada de Marcelo que salvó De Gea in extremis. Pese a que Karim parece más entonado, jugadas como esa, en la que después de dar un buen pase no acompañó la jugada (y a buen seguro habría tenido alguna opción de capturar el rechace del portero), son las que a buen seguro hacen a Mou dudar si darle más de los 15-20 minutos de rigor.
Una jornada más, el Madrid concluye como líder de la liga BBVA, si bien su rendimiento empieza a dejar algunas sombras como el aparente agotamiento, si no físico, sí de frescura de ideas en algunos tramos del partido. Si bien defensivamente sigue gozando de una seriedad desconocida otros años, arriba el equipo no avasalla como lo hizo en otros partidos. Puede ser por falta de fuelle o, como avisó Mourinho, porque no se pueden ganar todos los partidos por goleada. Ni falta que hace, aunque, de momento, no sobren tampoco los motivos para la autocomplacencia. 
 R

Foto: Elisa Estrada/Ángel Martínez

jueves, 4 de noviembre de 2010

"Moucho" Madrid

 
El Madrid regresó ayer de San Siro con el punto que le clasifica matemáticamente para los octavos de final de la Champions y una importante moraleja que, de emplearse bien, puede catapultar su proyección en el torneo continental: en la Champions no basta con jugar bien.
Igual que en el partido de hace dos semanas en el Santiago Bernabéu, el Madrid pasó por encima del Milán durante aproximadamente una hora y se dejó llevar durante los siguientes veinte minutos. La diferencia fue que, mientras que en el primer partido los dos goles del primer cuarto de hora desactivaron cualquier intento de remontada rossonera, en la vuelta en San Siro la renta fue demasiado escasa para un rival al que le sobran tantos años como ganas de que no le mojen la oreja en su estadio.
En la primera parte, el Madrid amontonó ocasiones, especialmente en las botas de Higuaín y Di María. Notable la del fideo que, después de quedarse sólo ante Abbiati y ser trabado por Zambrotta, se revolvió divinamente para acabar malogrando un disparo que, de haber sido un pase a su compatriota, se habría convertido en una estocada hasta la bola. Por cierto, Webb ni siquiera miró un poco fuerte a Zambrotta por sus malas artes, aunque aquello pasó desapercibido en el océano de fallos garrafales con los que inundó el espectáculo futbolístico de ayer: a botepronto, un gol en fuera de juego, dos expulsiones clarísimas por roja directa (a Abate e Inzaghi) y otra por unas dos mil posibles amarillas a Gattuso. Será que Webb siente predilección por este tipo de fútbol. De ser así, no es de extrañar que sus arbitrajes estén a la altura de unos futbolistas tan poco decorosos.
El caso es que, después de varios intentos desde fuera del área y remates de cabeza francos y variados, Di María enmendó su error al filo del descanso con un pase de tiralíneas que desnudó la racanería (¿quién lo iba a decir?) de  Gattuso al meter la pierna y la lentitud de un central en tiempos maravilloso, Nesta, que rompió el fuera de juego y habilitó la posición de Higuaín. El Pipa definió con frialdad, casi como si tirase un penalti, lanzando simultáneamente el balón hacia un lado y al portero hacia el otro.
El 0-1, amén de un botín escaso para los méritos de uno y otro, sí dejó la sensación de que el Madrid al fin obtenía algo de premio ante tanto denuedo. Sin embargo, la segunda parte entró en una dinámica de menor intensidad, un juego que ya benefició a los milanistas en los dos choques del año pasado y en la segunda parte de la ida. Dos patinazos, uno al alimón de Pepe, del que a veces uno piensa que sus coqueteos con el Barça van más allá de las declaraciones en los periódicos, y Casillas; y otro del linier y el portero mostoleño dieron la vuelta al marcador para incredulidad de los merengues. El ejecutor, en ambos casos, fue Inzaghi, que con el doblete superaba de nuevo a Raúl en la tabla de goleadores europeos.
Demasiada afrenta para tan poco mérito, debieron pensar los aficionados madridistas desplazados a Milán y los propios espectadores desde su casa. Mou movió el banquillo con celeridad, casi como en Alicante hace sólo unos días, y sus cambios, Benzemá y Pedro León demostraron lo que ya se anticipó en la crónica de la última jornada liguera: Halloween no dejó cruces ni muertos. Entre los dos se guisaron y se comieron una jugada en el tiempo añadido que volvió a silenciar San Siro: ruptura interior del francés que, tras ver el desmarque del murciano se volvió a poner el traje de asistente y le brindó un balón de oro para que el de Mula cruzara por bajo y anotara el primer gol con sello español en esta temporada.
Pese al regusto amargo de no ganar un partido que clamaba por una goleada, son muchas las notas positivas que quedaron. Una, la clasificación, no por obvia menos reseñable. Otra, que el equipo sigue imbatido y empieza a coger tendencia a ofrecer, cuanto menos, una hora de buen juego, fresco, vivaz y directo, por partido. Y unas cuantas más: que hay entrenador, y esperemos que por muchos años, que el equipo es una piña, como se vio en la celebración del gol del empate, que los presuntos crucificados están apretando los dientes para ponérselo difícil a Mou… No hay madridista que pueda garantizar éxitos en esta temporada, pero lo que es seguro es que a la mayoría se les ha vuelto a encender la sonrisa en esta competición tan suya. Porque, gane o no, una cosa está clara: este Madrid es mucho Madrid.
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Fotografía: Ángel Martínez

lunes, 1 de noviembre de 2010

Este muerto está muy vivo


La noche de brujas se quedó en susto para el Madrid. Y si no se acabó llevando la calabaza fue porque el Hércules no remató cuando pudo y porque en el banquillo merengue ya no quedan muertos. Tardó poco el Hércules en golpear; apenas dos minutos después del pitido inicial, Cortés puso un centro tan medido como blandito al que Trezeguet encontró un acomodo impensable, que de puro dulce acabó resbalando por la escuadra, con la aquiescencia de un Pepe al que ayer le tocó el partido Mister Hyde.
Aquel gol tempranero desató un par de viejos fantasmas en una noche tan dada a ello. El primero, el del ejecutor franco-argentino, cuya carrera insustancial contrasta con sus notables actuaciones históricas ante el Madrid. Suya fue la estocada que abatió a un Madrid que venía de ganar tres Champions en cinco años, así que no es de extrañar que se le haya cogido gato. El segundo fantasma, más recurrente desde el desplome galáctico, evocó a aquel Madrid al que le daba por empezar ciertos partidos con la empanada. Algo que con Mou no se había visto, tanto era así que nunca hasta el sábado se había visto el Madrid 2010-11 por detrás en el marcador. Aquella era otra incógnita más que se abría con el 1-0: ¿cómo afectaría el viento en contra a un equipo habituado a remar con él a favor?
Los instantes posteriores al gol del Hércules no invitaron al optimismo en ninguno de los interrogantes antedichos. El Madrid se procuró la pelota, pero el inmenso orden táctico del equipo de Esteban y su virulencia en las contras acercó más el segundo del Hércules que el empate del Madrid. La ocasión más clara que tuvo para ello el conjunto alicantino llegó, de nuevo, de las botas de Trezeguet, después de (otro) centro por la derecha que señaló (de nuevo) a Marcelo. Si alguien relacionó su absentismo defensivo con el novedoso corte de pelo que nuestros ojos agradecerán infinitamente, era como para pensar seriamente que el mollique capilar del brasileño tenía propiedades bíblicas. En la noche de brujas hasta los peluqueros confabulaban contra el Madrid.
El caso es que aquel centro por la banda, además de desnudar la empanada defensiva del Madrid por segunda ocasión, permitió hacer un compendio de virtudes y defectos de Iker en tan sólo unos segundos. Cada vez somos más los que pensamos que el área pequeña es para él en realidad un campo de fuerza que le resulta dificilísimo abandonar. Tanto es así que el centro desde la derecha le pasó por delante de las narices sin que atinase a blocar, despejar de puños, soplar, o algo. No contento con ello, el balón que previamente se había paseado cerca de sus dominios recorrió el camino inverso sin que se tuvieran noticias del mostoleño. En esas el balón cayó en los pies de Trezeguet, que no contaba con que aquello no era simplemente una franca ocasión de gol –se encontraba a cinco metros de su objetivo sin defensa que se interpusiese entre él y el portero-. Aquello activó el modo “mano a mano” en la mente de Casillas, y ahí es el mejor guardameta que servidor ha visto en sus más de dos décadas de voracidad futbolística. Para cuando el francés estaba pensando en la celebración de su doblete, Casillas se le había acercado tanto que resultó ya infranqueable
Con el Madrid en estado de zozobra, Cristiano, quién si no, se echó el equipo a las espaldas. De sus botas nació un tiro envenenado que Calatayud despejó como pudo. El rechazo cayó en los pies de Higuaín, que empalmó con tanto rigor como mala suerte, pues el balón acabó despejado por la zapatilla del portero herculino. Y aquello fue todo lo que atinó a proponer el Madrid en la primera parte, amén eso sí, de un control sin excesivas ocasiones de esos que tanto se estilan por otros lares
La segunda parte albergó un Madrid más familiar para quienes lo hemos seguido con cierta exhaustividad en esta temporada; pero sobre todo vio pasar a un Hércules notablemente distinto, fundamentalmente porque su depósito entró en la reserva antes de lo previsto. Esteban Vigo, tan magistral en la primera parte, no acertó a dar con la tecla que evitase que el equipo se acabase hundiendo físicamente
Cristiano, que en la primera mitad se había quedado con el toque de que Calatayud no era demasiado amigo de sus disparos lejanos, volvió a probar suerte recién comenzada la segunda, con la diferencia de que esta vez el rebote cayó en el mejor argentino del momento, que amagó con el disparo al palo largo y la colocó con maestría por el del portero. No fue ayer el mejor partido de Di María, pero su gol sirvió para que el Madrid empezara de cero con media hora por delante.
La entrada de Benzema constató la sinuosa psicología que a veces emplea Mou con sus jugadores, pues demostró que Murcia no dejó cruces. El cambio desmontó, además, el viejo mito que encasillaba al entrenador merengue en el baúl de los timoratos, pues fue Pepe quien, muy justamente, por otra parte, abandonó el terreno de juego. Con el tridente que muchos intuimos desearía alinear Mourinho (Benzema-Cristiano-Higuaín), el Madrid avasalló hasta que, en una jugada iniciada por el francés, el Madrid recuperó la iniciativa. Gran parte del mérito habrá de ser adjudicado a un redivivo Marcelo, que remontó la línea de fondo contra viento y marea para ponerle a Karim una pelota de gol. El portero insistió en negar la delantera al Madrid, pero Cristiano, con la caña preparada, se hartó de tanta resistencia y selló el 1-2.
Como si hubiera cogido carrerilla, y aunque Mou ya había sellado la defensa con dos nuevas incorporaciones, Benzema tuvo dos nuevas apariciones magistrales. Una, para convertir un melón de Higuaín en una asistencia a Cristiano que éste convirtió en el 1-3. Y otra, para dejar al portugués sólo ante el portero con un pase de tiralíneas. A buen seguro algún aficionado miró la repetición para ver si el autor del pase llevaba melena rubia y tatuajes.  
El caso es que lo que comenzó como una noche de brujas acabó con un exorcismo de fantasmas. El Madrid corroboró que también sabe sobreponerse a las pájaras, volvió a demostrar que en su banquillo este año hay sangre, tanto en el cuerpo técnico como entre los suplentes. Porque si el sábado alguien esperaba zombies, Benzema quiso gritar bien alto que este muerto está muy vivo. Si es así, bueno para el Madrid. 

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