La noche de brujas se quedó en susto para el Madrid. Y si no se acabó llevando la calabaza fue porque el Hércules no remató cuando pudo y porque en el banquillo merengue ya no quedan muertos. Tardó poco el Hércules en golpear; apenas dos minutos después del pitido inicial, Cortés puso un centro tan medido como blandito al que Trezeguet encontró un acomodo impensable, que de puro dulce acabó resbalando por la escuadra, con la aquiescencia de un Pepe al que ayer le tocó el partido Mister Hyde.
Aquel gol tempranero desató un par de viejos fantasmas en una noche tan dada a ello. El primero, el del ejecutor franco-argentino, cuya carrera insustancial contrasta con sus notables actuaciones históricas ante el Madrid. Suya fue la estocada que abatió a un Madrid que venía de ganar tres Champions en cinco años, así que no es de extrañar que se le haya cogido gato. El segundo fantasma, más recurrente desde el desplome galáctico, evocó a aquel Madrid al que le daba por empezar ciertos partidos con la empanada. Algo que con Mou no se había visto, tanto era así que nunca hasta el sábado se había visto el Madrid 2010-11 por detrás en el marcador. Aquella era otra incógnita más que se abría con el 1-0: ¿cómo afectaría el viento en contra a un equipo habituado a remar con él a favor?
Los instantes posteriores al gol del Hércules no invitaron al optimismo en ninguno de los interrogantes antedichos. El Madrid se procuró la pelota, pero el inmenso orden táctico del equipo de Esteban y su virulencia en las contras acercó más el segundo del Hércules que el empate del Madrid. La ocasión más clara que tuvo para ello el conjunto alicantino llegó, de nuevo, de las botas de Trezeguet, después de (otro) centro por la derecha que señaló (de nuevo) a Marcelo. Si alguien relacionó su absentismo defensivo con el novedoso corte de pelo que nuestros ojos agradecerán infinitamente, era como para pensar seriamente que el mollique capilar del brasileño tenía propiedades bíblicas. En la noche de brujas hasta los peluqueros confabulaban contra el Madrid.
El caso es que aquel centro por la banda, además de desnudar la empanada defensiva del Madrid por segunda ocasión, permitió hacer un compendio de virtudes y defectos de Iker en tan sólo unos segundos. Cada vez somos más los que pensamos que el área pequeña es para él en realidad un campo de fuerza que le resulta dificilísimo abandonar. Tanto es así que el centro desde la derecha le pasó por delante de las narices sin que atinase a blocar, despejar de puños, soplar, o algo. No contento con ello, el balón que previamente se había paseado cerca de sus dominios recorrió el camino inverso sin que se tuvieran noticias del mostoleño. En esas el balón cayó en los pies de Trezeguet, que no contaba con que aquello no era simplemente una franca ocasión de gol –se encontraba a cinco metros de su objetivo sin defensa que se interpusiese entre él y el portero-. Aquello activó el modo “mano a mano” en la mente de Casillas, y ahí es el mejor guardameta que servidor ha visto en sus más de dos décadas de voracidad futbolística. Para cuando el francés estaba pensando en la celebración de su doblete, Casillas se le había acercado tanto que resultó ya infranqueable
Con el Madrid en estado de zozobra, Cristiano, quién si no, se echó el equipo a las espaldas. De sus botas nació un tiro envenenado que Calatayud despejó como pudo. El rechazo cayó en los pies de Higuaín, que empalmó con tanto rigor como mala suerte, pues el balón acabó despejado por la zapatilla del portero herculino. Y aquello fue todo lo que atinó a proponer el Madrid en la primera parte, amén eso sí, de un control sin excesivas ocasiones de esos que tanto se estilan por otros lares
La segunda parte albergó un Madrid más familiar para quienes lo hemos seguido con cierta exhaustividad en esta temporada; pero sobre todo vio pasar a un Hércules notablemente distinto, fundamentalmente porque su depósito entró en la reserva antes de lo previsto. Esteban Vigo, tan magistral en la primera parte, no acertó a dar con la tecla que evitase que el equipo se acabase hundiendo físicamente
Cristiano, que en la primera mitad se había quedado con el toque de que Calatayud no era demasiado amigo de sus disparos lejanos, volvió a probar suerte recién comenzada la segunda, con la diferencia de que esta vez el rebote cayó en el mejor argentino del momento, que amagó con el disparo al palo largo y la colocó con maestría por el del portero. No fue ayer el mejor partido de Di María, pero su gol sirvió para que el Madrid empezara de cero con media hora por delante.
La entrada de Benzema constató la sinuosa psicología que a veces emplea Mou con sus jugadores, pues demostró que Murcia no dejó cruces. El cambio desmontó, además, el viejo mito que encasillaba al entrenador merengue en el baúl de los timoratos, pues fue Pepe quien, muy justamente, por otra parte, abandonó el terreno de juego. Con el tridente que muchos intuimos desearía alinear Mourinho (Benzema-Cristiano-Higuaín), el Madrid avasalló hasta que, en una jugada iniciada por el francés, el Madrid recuperó la iniciativa. Gran parte del mérito habrá de ser adjudicado a un redivivo Marcelo, que remontó la línea de fondo contra viento y marea para ponerle a Karim una pelota de gol. El portero insistió en negar la delantera al Madrid, pero Cristiano, con la caña preparada, se hartó de tanta resistencia y selló el 1-2.
Como si hubiera cogido carrerilla, y aunque Mou ya había sellado la defensa con dos nuevas incorporaciones, Benzema tuvo dos nuevas apariciones magistrales. Una, para convertir un melón de Higuaín en una asistencia a Cristiano que éste convirtió en el 1-3. Y otra, para dejar al portugués sólo ante el portero con un pase de tiralíneas. A buen seguro algún aficionado miró la repetición para ver si el autor del pase llevaba melena rubia y tatuajes.
El caso es que lo que comenzó como una noche de brujas acabó con un exorcismo de fantasmas. El Madrid corroboró que también sabe sobreponerse a las pájaras, volvió a demostrar que en su banquillo este año hay sangre, tanto en el cuerpo técnico como entre los suplentes. Porque si el sábado alguien esperaba zombies, Benzema quiso gritar bien alto que este muerto está muy vivo. Si es así, bueno para el Madrid.
Aquel gol tempranero desató un par de viejos fantasmas en una noche tan dada a ello. El primero, el del ejecutor franco-argentino, cuya carrera insustancial contrasta con sus notables actuaciones históricas ante el Madrid. Suya fue la estocada que abatió a un Madrid que venía de ganar tres Champions en cinco años, así que no es de extrañar que se le haya cogido gato. El segundo fantasma, más recurrente desde el desplome galáctico, evocó a aquel Madrid al que le daba por empezar ciertos partidos con la empanada. Algo que con Mou no se había visto, tanto era así que nunca hasta el sábado se había visto el Madrid 2010-11 por detrás en el marcador. Aquella era otra incógnita más que se abría con el 1-0: ¿cómo afectaría el viento en contra a un equipo habituado a remar con él a favor?
Los instantes posteriores al gol del Hércules no invitaron al optimismo en ninguno de los interrogantes antedichos. El Madrid se procuró la pelota, pero el inmenso orden táctico del equipo de Esteban y su virulencia en las contras acercó más el segundo del Hércules que el empate del Madrid. La ocasión más clara que tuvo para ello el conjunto alicantino llegó, de nuevo, de las botas de Trezeguet, después de (otro) centro por la derecha que señaló (de nuevo) a Marcelo. Si alguien relacionó su absentismo defensivo con el novedoso corte de pelo que nuestros ojos agradecerán infinitamente, era como para pensar seriamente que el mollique capilar del brasileño tenía propiedades bíblicas. En la noche de brujas hasta los peluqueros confabulaban contra el Madrid.
El caso es que aquel centro por la banda, además de desnudar la empanada defensiva del Madrid por segunda ocasión, permitió hacer un compendio de virtudes y defectos de Iker en tan sólo unos segundos. Cada vez somos más los que pensamos que el área pequeña es para él en realidad un campo de fuerza que le resulta dificilísimo abandonar. Tanto es así que el centro desde la derecha le pasó por delante de las narices sin que atinase a blocar, despejar de puños, soplar, o algo. No contento con ello, el balón que previamente se había paseado cerca de sus dominios recorrió el camino inverso sin que se tuvieran noticias del mostoleño. En esas el balón cayó en los pies de Trezeguet, que no contaba con que aquello no era simplemente una franca ocasión de gol –se encontraba a cinco metros de su objetivo sin defensa que se interpusiese entre él y el portero-. Aquello activó el modo “mano a mano” en la mente de Casillas, y ahí es el mejor guardameta que servidor ha visto en sus más de dos décadas de voracidad futbolística. Para cuando el francés estaba pensando en la celebración de su doblete, Casillas se le había acercado tanto que resultó ya infranqueable
Con el Madrid en estado de zozobra, Cristiano, quién si no, se echó el equipo a las espaldas. De sus botas nació un tiro envenenado que Calatayud despejó como pudo. El rechazo cayó en los pies de Higuaín, que empalmó con tanto rigor como mala suerte, pues el balón acabó despejado por la zapatilla del portero herculino. Y aquello fue todo lo que atinó a proponer el Madrid en la primera parte, amén eso sí, de un control sin excesivas ocasiones de esos que tanto se estilan por otros lares
La segunda parte albergó un Madrid más familiar para quienes lo hemos seguido con cierta exhaustividad en esta temporada; pero sobre todo vio pasar a un Hércules notablemente distinto, fundamentalmente porque su depósito entró en la reserva antes de lo previsto. Esteban Vigo, tan magistral en la primera parte, no acertó a dar con la tecla que evitase que el equipo se acabase hundiendo físicamente
Cristiano, que en la primera mitad se había quedado con el toque de que Calatayud no era demasiado amigo de sus disparos lejanos, volvió a probar suerte recién comenzada la segunda, con la diferencia de que esta vez el rebote cayó en el mejor argentino del momento, que amagó con el disparo al palo largo y la colocó con maestría por el del portero. No fue ayer el mejor partido de Di María, pero su gol sirvió para que el Madrid empezara de cero con media hora por delante.
La entrada de Benzema constató la sinuosa psicología que a veces emplea Mou con sus jugadores, pues demostró que Murcia no dejó cruces. El cambio desmontó, además, el viejo mito que encasillaba al entrenador merengue en el baúl de los timoratos, pues fue Pepe quien, muy justamente, por otra parte, abandonó el terreno de juego. Con el tridente que muchos intuimos desearía alinear Mourinho (Benzema-Cristiano-Higuaín), el Madrid avasalló hasta que, en una jugada iniciada por el francés, el Madrid recuperó la iniciativa. Gran parte del mérito habrá de ser adjudicado a un redivivo Marcelo, que remontó la línea de fondo contra viento y marea para ponerle a Karim una pelota de gol. El portero insistió en negar la delantera al Madrid, pero Cristiano, con la caña preparada, se hartó de tanta resistencia y selló el 1-2.
Como si hubiera cogido carrerilla, y aunque Mou ya había sellado la defensa con dos nuevas incorporaciones, Benzema tuvo dos nuevas apariciones magistrales. Una, para convertir un melón de Higuaín en una asistencia a Cristiano que éste convirtió en el 1-3. Y otra, para dejar al portugués sólo ante el portero con un pase de tiralíneas. A buen seguro algún aficionado miró la repetición para ver si el autor del pase llevaba melena rubia y tatuajes.
El caso es que lo que comenzó como una noche de brujas acabó con un exorcismo de fantasmas. El Madrid corroboró que también sabe sobreponerse a las pájaras, volvió a demostrar que en su banquillo este año hay sangre, tanto en el cuerpo técnico como entre los suplentes. Porque si el sábado alguien esperaba zombies, Benzema quiso gritar bien alto que este muerto está muy vivo. Si es así, bueno para el Madrid.
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