Se sirvió el prepartido con una novedosa incontinencia quejica por parte del entrenador del Barça y los plumillas se revolucionaron. Ha entrado en el juego de Mou, dijeron, se ha convertido en su clon para contraatacarle; aunque no hay que olvidar que (y les insto a tirar de hemeroteca) el portugués habrá podido ser hiriente esta temporada, pero nunca ha perdido las formas ni ha utilizado el lenguaje soez del técnico culé. Desde la central lechera de la ciudad condal se aplaudió el ataque de mala educación de Guardiola, lo mismo que hicieron sus jugadores, en otro ejemplo de fair play. Se olvidaron también de que esta vez, a resultas de la primera derrota culé, curioso, las quejas llegaron primero del propio Pep, que se lamentó de la buena vista de un linier primero y después aventuró felicidad para el banquillo blanco ante el presunto nombramiento de un árbitro portugués.
Pues fue alemán, el peor de la Bundesliga a juicio de los propios jugadores teutones, quien acabó pitando. Cosas de la vida, los pitos los mereció él. Porque ayer el Madrid volvió a ahogar al Barcelona por tercera vez en menos de dos semanas durante una hora. Lo hizo sin juego brillante, cierto, pero tampoco pareció una constelación precisamente durante este tiempo el conjunto azulgrana, entre cuyas caras se atisbaba algo de hastío, como quien se da cabezazos contra una pared, al filo del descanso. Tan tensas estaban las cosas que a Pinto se le fue la mano contra Arbeloa por un rifirrafe que mantuvo el salmantino con Keita camino de la bocana de vestuarios. Un ejemplo más de fair play lo del portero silbón, suponemos.
La estrategia de Mou, lo explicó en la rueda de prensa posterior, iba quemando sus etapas. La segunda, que comenzó tras la continuación, consistía en dar entrada a un nueve de referencia, Adebayor, en sustitución de Özil y lo cierto es que, durante un cuarto de hora, el Madrid se acercó más a la meta de Valdés de todo lo que lo había hecho en los 45 minutos precedentes. Después le llegaría el turno a Kakà para jugar en el enganche e ir a por el partido. ¿Estético? No mucho. ¿Se le puede jugar al Barcelona de otra forma? Hoy por hoy, no.
Lamentablemente, la historia se volvió a repetir y la tercera etapa se quedó en proyecto. En cuartos fue Van Persie, expulsado por una estupidez por la que cuesta creer que podamos ver expulsado alguna vez a un jugador del Barça. Ayer fue Pepe, triste clon del holandés, que en una dura entrada merecedora de amarilla se vio obligado a abandonar el campo después de que al colegiado le indicaran la magnitud del castigo desde la banda. Las protestas posteriores también dieron con los huesos de Mourinho en la grada.
Y ahí se acabó el partido, y probablemente la eliminatoria. No sólo porque el Madrid se quedara con diez, situación calcada a los tres encuentros anteriores disputados esta temporada contra el Barça, sino porque el expulsado era Pepe, de nuevo el mejor del partido ayer, incombustible y, ya que no nos queda más que el recurso a la pataleta me excusarán que lo repita, injustamente expulsado ayer.
Volviendo a las situaciones clónicas, igual que en el partido de Liga, Messi fue el que abrió el marcador. Habían pasado quince minutos desde la expulsión de Pepe y una internada de Afellay por la banda derecha culminó con un pase de la muerte que el argentino remató entre las piernas de Casillas. Poco después, el diez azulgrana ponía rumbo a Wembley con el segundo gol, un eslalon entre la defensa merengue que culminó con un dulce tiro cruzado a la derecha de la meta merengue.
Y poco más.
¿Clama al cielo que gane el Barça unas semifinales de Champions contra el Madrid? Evidentemente no. ¿Extraña que siempre pase algo cuando el Barça se atasca, especialmente en Europa? Pues tampoco.
La estrategia de Mou, lo explicó en la rueda de prensa posterior, iba quemando sus etapas. La segunda, que comenzó tras la continuación, consistía en dar entrada a un nueve de referencia, Adebayor, en sustitución de Özil y lo cierto es que, durante un cuarto de hora, el Madrid se acercó más a la meta de Valdés de todo lo que lo había hecho en los 45 minutos precedentes. Después le llegaría el turno a Kakà para jugar en el enganche e ir a por el partido. ¿Estético? No mucho. ¿Se le puede jugar al Barcelona de otra forma? Hoy por hoy, no.
Lamentablemente, la historia se volvió a repetir y la tercera etapa se quedó en proyecto. En cuartos fue Van Persie, expulsado por una estupidez por la que cuesta creer que podamos ver expulsado alguna vez a un jugador del Barça. Ayer fue Pepe, triste clon del holandés, que en una dura entrada merecedora de amarilla se vio obligado a abandonar el campo después de que al colegiado le indicaran la magnitud del castigo desde la banda. Las protestas posteriores también dieron con los huesos de Mourinho en la grada.
Y ahí se acabó el partido, y probablemente la eliminatoria. No sólo porque el Madrid se quedara con diez, situación calcada a los tres encuentros anteriores disputados esta temporada contra el Barça, sino porque el expulsado era Pepe, de nuevo el mejor del partido ayer, incombustible y, ya que no nos queda más que el recurso a la pataleta me excusarán que lo repita, injustamente expulsado ayer.
Volviendo a las situaciones clónicas, igual que en el partido de Liga, Messi fue el que abrió el marcador. Habían pasado quince minutos desde la expulsión de Pepe y una internada de Afellay por la banda derecha culminó con un pase de la muerte que el argentino remató entre las piernas de Casillas. Poco después, el diez azulgrana ponía rumbo a Wembley con el segundo gol, un eslalon entre la defensa merengue que culminó con un dulce tiro cruzado a la derecha de la meta merengue.
Y poco más.
¿Clama al cielo que gane el Barça unas semifinales de Champions contra el Madrid? Evidentemente no. ¿Extraña que siempre pase algo cuando el Barça se atasca, especialmente en Europa? Pues tampoco.
Por cierto, Guardiola dejó de ser clon anoche mismo. No habló del árbitro, ni de Mourinho, ni de nadie. Suponemos que seguirá igual un tiempo, hasta que vuelva a perder, al menos.
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Foto: H. Cerezo/Marca