domingo, 17 de abril de 2011

La amenaza fantasma

La madre de todas las batallas levantó el telón rompiendo la tónica de los últimos clásicos. Y no se trata de una cuestión de goles, puesto que ayer Mourinho tuvo claro que la fantochada de la ida no podía repetirse, sino también de disposición sobre el campo. Ayer Mou sacrificó la fantasía, en la esperanza de que la ofrenda le equilibrara la balanza del partido. Así, blindó la medular con un trivote con Xabi de mariscal de campo y Pepe y Khedira a los flancos. El resultado no fue estético, eso es evidente, pero a fe que fue efectivo. En 45 minutos, el Barça fue más una amenaza fantasma que otra cosa. Apenas midió en un par de veces a Casillas en el mano a mano -con nulo resultado en ambas, además-, lo cual ya es en sí una novedad de estos enfrentamientos.
A cambio, el Madrid fió todo a las contras y las jugadas a balón parado, que dicho así suena pequeño, pero lo cierto es que rozó el gol en más ocasiones que lo que su posesión de balón permitiría intuir. En realidad, este partido ya lo habíamos visto en  las semifinales de Champions del año pasado en el Giuseppe Meazza,. La diferencia fue que el Inter, entonces, no tuvo piedad de un Barça que se cansó de tener la posesión en zonas insustanciales.
La partida de ajedrez se desniveló a la vuelta de vestuarios con un penalti de Albiol a Villa. El asturiano ya había reclamado con vehemencia uno en la primera parte que, dependiendo de la cámara, permite una u otra interpretación; pero que, sin lugar a dudas, es menos clamoroso que el que Valdés le hizo a Ronaldo en la primera vuelta. El Chori se fue a la caseta porque el árbitro aplicó con rigor el reglamento, cosa que se habría agradecido en otras fases del encuentro y que cargó de razón a Mourinho antes y después del partido.
El caso es que, desde los once metros, Messi rompió su maleficio ante los equipos de Mou con un penalti por el que no le habrían dado ni el balón de cobre.  El pelotazo que le soltó el argentino a la grada minutos después iba, suponemos, también, en beneficio de Unicef y el fair play. 
Sea como fuere, la pena, más máxima que nunca, cargó de nuevo de complejos a la grada blanca, que además interpretó como capitulación definitiva la salida de Xabi y Di María, a los que Mou prefirió guardar para episodios más trascendentes. El carrusel de cambios devolvió por lo menos al verde a Özil, el gran damnificado del trivote de ayer, y a Adebayor. El primero alumbró a su equipo con ráfagas de fútbol, lo que la hinchada entendió como un nuevo motivo para la fe. Adebayor, por su parte, ayudó a fijar a los centrales, cosa no menor en un equipo que ayer acusó la falta de referencias en ataque.
En los minutos siguientes, la película adquirió tintes surrealistas: el Barça, con uno más, empezó a ceder la posesión; y el Madrid, con uno menos y ya sin complejos, empezó a creer en sí mismo. Sin apabullar al rival, algo que se antoja imposible en estos tiempos, y menos con diez, al Madrid le bastó una internada de Marcelo, al que Alves derribó sin discusión, para colocarse con la opción de equilibrar el encuentro. El árbitro tuvo tan pocas dudas en señalar el penalti como en ahorrarle la expulsión al lateral culé, no fuera a ser que Mourinho le elogiase en la rueda de prensa. Ya se sabe, hay cartas de recomendación que las carga el mismísimo diablo.
Cristiano, que no jugó el papel decisivo que de él se espera en estos choques, lo cual desgraciadamente tampoco es novedad en el jugador más determinante de este equipo, asumió la responsabilidad de lanzar el penalti y lo convirtió a las mil maravillas.
De ahí al final, el partido continuó por la senda surrealista emprendida desde la expulsión de Albiol, hasta tal punto de que Khedira llegó a tener en sus botas la victoria. El alemán, al que se le suponía un mejor tiro lejano cuando se le fichó, disparó fuerte y al centro, mucho, demasiado. De hecho, de puro malo, el zurriagazo se volvió peligroso, pero Valdés tapó bien en su caída y atajó el balón sin problemas.
Con el pitido final, el Barça celebró la liga y el Madrid la tregua. Unos acusaron a los otros de conformarse con poca cosa y los otros recriminaron a los unos lo fácil que es jugar siempre con red. En realidad, el partido de ayer, tosco como pocos, arrojó pocas e irrelevantes conclusiones. Todo cobrará más sentido en función de lo que pase en los siguientes capítulos de este choque entre galaxias.
R

1 comentario:

  1. Estaba todo listo para revelar pocas cosas de cara a la final, Mou sabe.

    Desgraciadamente el luso volvió a tener razón con lo de que siempre acaba con 10 contra el Barcelona, pero demostró tener un equipo hecho y preparado que no se inmutó lo más mínimo.

    Pepe imperial, me encanto su nueva ubicación y su actitud.

    Vergonzoso que Alves no se llevara ni siquiera la segunda amarilla tras cometer el penalti. Está visto. Contra todo y contra todos.

    Un saludo, a por la Copa y ¡HALA MADRID!

    Nos leemos por

    http://mibufanda.blogspot.com

    ResponderEliminar