jueves, 21 de abril de 2011

El Imperio contraataca

Han tenido que pasar dieciocho años para que el Madrid sumase su decimoctava Copa del Rey, un trofeo tan suyo que, de todos los clubes que lideran la tabla de entorchados, es el único que lo homenajea en su mismo nombre. Dieciocho años, digo, y lo cierto es que este Madrid de Mourinho empezó a hacerse mayor sobre el césped de Mestalla que, para los más suspicaces, sí se regó.
Y como nos tiene acostumbrados, el portugués empleó el partido de Liga para distraer la atención por completo del primer encuentro en el que se ponía en liza un título grande esta temporada. Si el sábado el Madrid renunció al balón y adoptó un juego estrictamente posicional, en la primera parte de ayer adelantó la defensa y la línea de presión provocando en el Barcelona unos quebraderos de cabeza morrocotudos. En la última crónica defendíamos la imposibilidad de avasallar, hoy por hoy, a este Barça. Pues bien, ratificándonos en lo anterior, lo que hizo el Madrid durante los primeros 45 minutos fue, al juicio humilde de quien escribe, lo más cerca que se puede estar de dominar a un rival como el culé.
Fruto de este ejercicio extenuante de presión, concentración y salida vertiginosa tras la recuperación, el Madrid dispuso de algunas ocasiones claras, como una contra que se enredó entre los pies de Özil, pero a la que el alemán supo dar una digna salida para dejar el veredicto en las botas de Cristiano, cuyo tiro excesivamente cruzado acabó yéndose a córner. Pero, sin duda alguna, la oportunidad más nítida, esa por la que hoy nos sonreímos pero con otro marcador nos podríamos estar lamentando, fue un vuelo sin motor, como diría el profesor Montes, de Pepe sobre Alves que se estrelló contra el palo, atentando casi contra las leyes de la física. Hasta Lama cantó el gol, pero no.
Por cierto, lo del portugués es superlativo. Ayer volvió a capitanear ese trivote que se ha inventado su entrenador para apagar las bombillas culés. Estuvo en todas partes, un pulmón incombustible sin el que el Madrid, a buen seguro, no habría levantado la Copa ayer. A estas horas a Florentino le quedarán menos dudas sobre su renovación, sobre todo si el portugués promete enterrar definitivamente su versión más siniestra. Como ciertas derrotas escuecen, hoy siguen cargándose las tintas contra él por unas butifarras espoleadas en plena exaltación goleadora. Sin darle más vueltas a un tema que no las merece, cabe recordar que el portugués ya ha pedido disculpas por su dislate de euforia. La grada baja del Bernabéu sigue esperando aún las de un tal Messi.
La intensidad de la primera parte se pagó entre las huestes blancas después de la reanudación. Cuando fallaron las piernas, la tropa culé empezó a avistar vías de agua, las contras merengues reclutaban cada vez menos fieles y, por más que dijera la estadística televisiva, el balón se empadronó de manera estable en la ciudad condal. El partido volvía por sendas conocidas y nada halagüeñas y Mourinho trató de reactivar al enfermo intercambiando a Adebayor por Özil, que se había diluido en la tónica general del equipo. Si se piensa bien, el alemán ha jugado, repartidos entre los dos encuentros, los noventa minutos que tenía que jugar: el sábado, de revulsivo tras el gol culé; ayer, de estilete en la primera parte.
El Barcelona tuvo entonces sus mejores ocasiones, con un tiro envenenado de Pedrito buscando la rosca a la escuadra o un disparo cruzado de Iniesta desde una posición muy similar; pero la ecuación siempre despejó la incógnita con un mismo resultado: Casillas. Cansa a veces hablar de este portero, pero es el Santo y seña de este equipo cuando arrecia la tormenta. Ayer, cuando los jugadores rivales creían empezar a ver la luz al final del laberinto, se estrellaron una y otra vez con ese capitán que siempre renegó de la condición galáctica. Seguro que ya lo sabía, pero por si le quedaba alguna duda, Raúl constató ayer que su brazalete está en buenos brazos.
Cuando expiraba la segunda parte, el Madrid volvió a encontrar una razón para creer. Di María, solitario islote durante los segundos 45, agarró un balón en la medular, cabalgó hasta las inmediaciones del área rival y soltó un zurriagazo que desvió Pinto en una gran estirada. Aunque no entró, aquel puñetazo sobre la mesa sirvió para que toda la grada culé recordase la fragilidad de un resultado tan equilibrado.
Con el silbido aún reciente en los tímpanos, la prórroga arrancó más nivelada; o por ser más exactos, menos precisa. De hecho poco destacable hay antes del gol del Madrid, el que decidió la final, una combinación en medio campo entre Marcelo y Di María que el argentino convirtió en una asistencia excelsa a la cabeza de Cristiano, que de un solo golpe evangelizó a toda la grada de Mestalla. La lluvia de júbilo (y de objetos) en la celebración merengue dio pie a veinte minutos que debían ser de sufrimiento pero que se convirtieron en regodeo. No volvió el Barcelona a acercarse con peligro al área de Casillas y Mourinho manejó perfectamente los tiempos desde el banquillo. El portugués ha revertido una tendencia que se antojaba inmutable hace apenas cinco meses y, aunque ya se había dicho en esta tribuna que los resultados de estos cuatro partidos no deberían influir en su continuidad, no cabe duda de que este título balsámico le permitirá afrontar con más tranquilidad esa transformación que está llevando a cabo en el club. 
Porque, no lo olvidemos, lo que viene ahora es, para el Madrid, un premio, no una exigencia. Hacía años que no se estaba en unas semifinales de Champions, hacía años que el equipo no peleaba hasta el final todos los títulos. La historia, ahora sí, es el mejor aliado contra las urgencias; que pesarán más en los equipos que cojean de entorchados continentales y a los que les puede pesar la prisa de aprovechar la mejor generación de su historia. Contra esa generación, el Madrid, imperial, ganó ayer una Copa mayúscula.
R
Foto: AP

1 comentario:

  1. ¡¡CAMPEONES!! ¡¡HALA MADRID!!

    Con la excelente colocación de ayer (secamos el centro del campo barcelonista) y la intensidad, pese al cansancio, que se exhibió durante los 120 minutos, seremos capaces de pelear por la Copa de Europa con las mismas grantías con las que ayer luchamos y nos llevamos la Copa del Rey.

    Un saludo y de nuevo un fuerte ¡HALA MADRID!

    http://mibufanda.blogspot.com

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