domingo, 5 de diciembre de 2010

Cristiano sí que controla

 
Como si fuera fruto del descontrol que este fin de semana ha bajado de los aires para contaminar todo en tierra, jornadas de liga, puentes, autobuses, todo, el Real Madrid involucionó hacia su versión terrenal, la de las sufridas victorias contra Osasuna o Real Sociedad. Tampoco es de extrañar que, después de apenas cuatro días de convalecencia, el paciente mostrara síntomas de un cierto estrés postraumático.
Consciente de todo ello, José Mourinho anticipó una ración de vendas con la confección del once titular, en el que hubo intercambio de franceses con respecto al la alineación del Camp Nou. No estaba el enfermo como para andar jugando con la medicación, así que mejor redoblar los tranquilizantes en la medular. A juzgar por la reacción del equipo sobre el terreno de juego, tal vez no fue demasiado mala idea.
Dominó el Madrid en los primeros compases, sí, pero todavía andaban los egos escocidos por el tremendo revolcón del lunes, así que faltó el arrojo pre-Clásico, el pasito adelante, la convicción en el corte, la ilusión por el robo. Excepción hecha de alguna filigrana suelta de Di María, el Madrid pareció durante la primera parte más preocupado por evitar el descosido que por fabricar el roto. Tan raro fue todo, que fue Khedira  quien dispuso de la ocasión más clara del primer acto. El alemán cabalgó con fiereza hasta las inmediaciones del área y, cuando se dispuso a asestar el tiro de gracia, se encontró con que alguien le había escondido la munición. El tiro, claro, quedó en un mero fogueo. Después, justo al filo del descanso, Cristiano, el único con el que no parecen ir estas tonterías de psicólogos, estuvo a punto de romper el agarrotamiento colectivo con un taconazo imposible que escupió el palo, un gesto que siempre queda muy feo, sobre todo cuando el detalle encierra tanta clase.
A la vuelta de vestuarios, el Madrid gozó de sus mejores ocasiones, fundamentalmente otro mano a mano de Di María, que tuvo tanto tiempo  para pensar que más que ideas le surgieron interrogantes. También se recuerdan un buen empalme de Benzemá, ingresado con casi cuarenta minutos por delante, a pase de Cristiano y otra del propio Ronaldo, tras un sensacional desplazamiento de Xabi Alonso desde su casa, que el portero despejó con la misma rodilla con la que parecía pedir clemencia.
El Valencia, que tampoco lo había apostado todo al empate (baste ver acciones aisladas de Mata y Soldado en ambas partes, sobre todo la primera) se jugó la roja en dos acciones: una de Bruno en una falta clarísima sobre Ronaldo que hubiese supuesto su expulsión y otra de Albelda por una mano tan alta que, según la toma, pudiera parecer hombro, y que suponía igualmente la segunda amarilla. El árbitro ignoró las dos y desde la banda le chivaron la que, probablemente, menos clara era.
El caso es que, contra diez, el Madrid fue hinchando el globo hasta tener al Valencia acurrucado en un rincón esperando el estallido final. Éste llegó en una acometida que sí recordó a las noches de las goleadas, esas que le pese a quien le pese no quedan tan lejos. Özil se enfundó de nuevo el frac de las grandes ocasiones y asistió a Ronaldo, que amarró el tiro a media altura y desnudó un cierto temor reverencial del portero valencianista. Había pasado más de una hora de incógnitas, despejadas por el que nunca se arruga, el que siempre tira del carro, el indiscutible capitán de los jugadores de campo de este equipo. Cuando el partido agonizaba y el Valencia también, exhausto por su planteamiento y el diezmo arbitral, Cristiano ejecutó una jugada a lo Juan Palomo más por impericia de Lass, coyuntural compañero de contra, que por voluntad propia. Tentado por la poca resistencia que fue capaz de ofrecerle ya Ricardo Costa y el escaso margen de alternativas que le ofreció su  propio compañero, optó por tirar por la calle del medio y finiquitó el partido con su segundo gol; el que ponía fin a una semana horrible y ganaba siete días de margen para un equipo al que el tiempo se le empieza a antojar, como también se adivinaba a principio de temporada, como un salvavidas fundamental.
R
Foto: David R. Anchuelo

3 comentarios:

  1. Te olvidas del penalti claro a Di María.

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  2. ayer toco sufrir y de lo lindo... hay un dicho que reza :"Los guerreros victoriosos ganan primero, y después van a la guerra, mientras que los guerreros derrotados van primero a la guerra y después intentan ganarla" y ayer se vió que el guerrero derrotado fue a la lucha y salió vencedor. HALA MADRID!

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  3. Lo importante, efectivamente, no es caer, sino saber levantarse siempre.

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