martes, 4 de enero de 2011

La vida (no) sigue igual


 
Doce días no son muchos según quien y cómo se mire, pero en fútbol puede ser una eternidad. Incluso los más inocuos, estos salpicados por los festejos navideños, pueden deparar dos rostros totalmente distintos de un equipo enfundado en la misma zamarra. En el caso del Madrid, cabe recordar que despidió el año con goleada antológica y fútbol a borbotones, con un once en el que los franceses brillaban con luz propia y los portugueses copaban el centro de la zaga. Ayer, no obstante, apenas una docena de días después, el panorama cambió mucho.
Pese a lo visto ayer en el Coliseum, tiraremos de bonhomía escudándonos en las fechas que corren y diremos que, por ejemplo, el cambio de lo luso por el sello nacional en la defensa dio buenos frutos. Lo del Chori es para nota, pues es de aplaudir que todo un internacional sentado en el banquillo por sistema luzca tanto cada vez que el equipo le necesita. Ayer, en la que fuera su casa, fue todo un baluarte, como también Ramos en el centro de la zaga.
Pero sigamos con los cambios. Apostó de nuevo Mourinho por la dupla francesa que, mitad por mérito (Lass) y mitad por inevitable (Benzemá), se había ido asentando en las últimas fechas. Y fue aquí donde parece que peor sentaron los polvorones, pues mientras al primero se le vio fuera de forma, al segundo volvieron a ganarle la batalla los fantasmas. Tanto fue así que la sociedad acabó disuelta por partes: pese a tener el partido encarrilado, Mourinho no dudó en cargarse a Diarrá en el descanso para dar entrada a Khedira; lo de Benzemá agonizó unos minutos más, aunque ni la anestesia navideña nos permitiría intuir que aquello se debió a algo parecido a la paciencia por parte de Mou. Más bien parece que las precauciones para no desbaratar una recuperación, la de Kakà, de meses por unos cuantos minutos de más alargaron la presencia del delantero francés sobre el verde getafense.
Así las cosas, el once (diez, expulsión estúpida de Arbeloa mediante) que terminó el derby acabó dibujando notables cambios. Y no sólo en cuestión de nombres. A pesar de que el resultado se le puso de cara desde el principio merced a un claro penalti que transformó Cristiano con la seguridad habitual, el Getafe fue claramente mejor durante muchas fases del encuentro. A título ilustrativo del dominio azulón, baste decir que algunos madridistas suspiramos ante la posibilidad de que el ojito derecho de la Saeta, ese Parejo descomunal, pudiese ser repescado ya mismo, sin esperar a los calores del verano ni nada. Suyo fue el gol que devolvió al Getafe al partido y suya la culpa de que a Lass le amargaran los turrones. Esperemos que suyo sea el futuro del equipo de sus amores, al que ayer se enfrentó con coraje.
A todo esto, antes de que Parejo recortara distancias, Özil las había agrandado antes con un sensacional requiebro en el aire de esos que dejan a los porteros con pesadillas toda la noche. Lo del alemán, por más que sea intermitente, es escandaloso: sin duda uno de esos futbolistas que justifican el precio de una entrada. Otro de los que no cambió después de las uvas fue Cristiano, tan atemporal que parece llamado a hacer historia esta temporada. El portugués va a otra velocidad, como lo demostró en la jugada del 1-3, en la que Benzemá hizo de asistente y Ronaldo le mostró un camino que al francés se le negó durante todo el partido.
Tras la expulsión de Arbeloa y el segundo gol del Getafe, a falta de cinco minutos para el final del partido, el equipo pareció condenado a sufrir hasta el final; si bien no se recuerda ninguna ocasión clara del equipo azulón en aquel sprint final. Más bien parece que fue la desidia merengue la que le complicó un partido en el que se entregó casi obscenamente al contragolpe ante un contrincante con demasiadas buenas formas para tan poca contundencia. Justo lo contrario que el Madrid, al que por lo visto hasta ahora 2011 le ha cambiado más las formas que los resultados. Que no es poco. 
R
Foto: Víctor Carretero

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