domingo, 16 de enero de 2011

El Madrid se quema

 
El partido de esta tarde en el Estadio de los Juegos del Mediterráneo es de esos que zancadillean hasta al cronista más curtido. Fue tan poco lo que pasó, por ejemplo, durante los primeros 45 minutos que habría que hacer esfuerzos por sacar ocasiones notables de gol. No se sabe si el Madrid salió, como sugirió Mourinho, desgastado por el esfuerzo del derbi copero; o que, simplemente, esperaba que el gol o los goles acabasen cayendo de su lado como fruta madura, tal y como había sucedido en otros encuentros.
Si fue lo segundo, se olvidó de que, cuando el partido no se pone de cara de inicio, los asaltos finales sólo son exitosos cuando han ido acompañados previamente de una tarea de zapa. Por estas razones han asentado sus galones en el once tipos como Di María y se sospecha de otros como Kakà. Ayer, sin ir más lejos, fueron pocos los que se entregaron al desgaste del enemigo, bravo, ordenado y trapacero con los tiempos, pero que aun así empezó y acabó el día como colista de Primera.
Tan poco exigió el Madrid a su rival que, casi hasta sin quererlo, éste se le subió a las barbas. A la hora de partido, justo en el mismo momento hace tres días el Madrid culminaba su remontada contra el, Piatti se plantó en la frontal del área merengue, Ramos le hizo penalti y, como si el resto de sus compañeros de defensa se vieran atenazados por la inminencia de la pena, la jugada siguió con tal impunidad hasta que Ulloa ejecutó un certero disparo que perforó las mallas de Casillas. El súbito desconocimiento que pareció invadir a los defensas, en especial a Marcelo, de la ley de la ventaja, no fue sino un paradigma de lo que fue el partido en sí, como si el Madrid no quisiera creerse lo mucho que estaba jugando sobre el alambre, confiado en algún arrebato salvador de sus estrellas, perdón, de Cristiano.
El portugués, enrabietado no se sabe si con el resultado, con otra Liga que se le escapaba, o con la pasividad de sus compañeros, agarró justo a continuación una bola en su campo, la condujo más rápido que ninguno de sus rivales sin balón hasta las inmediaciones del área y se plantó sólo ante Diego Alves. Por un instante a este cronista se le pasó fugazmente una imagen tan parecida que parecía calcada: mismo estadio, mismo resultado adverso, mismo protagonista de la jugada, misma cabalgada, misma banda… lamentablemente el resultado no fue el mismo, ya que en lugar de cruzar el balón como hizo hace un año, Cristiano trató de batir a Alves por el palo corto y el portero brasileño no picó el anzuelo.
A partir de ahí, el Madrid, que ya contaba con Benzemá en sustitución de un gris Kakà (su única aportación fue un pase diagonal que Cristiano estuvo a punto de convertir en el 0-1), tocó a rebato; pero ni siquiera esto lo hizo con demasiada convicción. Fruto del empuje, uno de los nuevos, Granero, aprovechó un pase del francés para fusilar maravillosamente a Diego Alves. Quedaban trece minutos, suficientes, parecía, para evitar el abismo. No era la primera vez que se jugaba con fuego esta temporada, especialmente en la Liga, pero la diferencia fue que esta vez el equipo se acabó quemando. Se podrá lamentar ese tiro al palo de Cristiano en el último minuto o esos penaltis, uno por derribo a Cristiano y otro por mano sobre una falta lanzada por Cristiano (cuánto denominador común); pero lo cierto es que el Madrid regaló toda una parte y confió en un devenir que, por más recurrente que se antoje, ayer quedó demostrado, no es infalible.
Después de la primera vuelta, el Madrid cierra su periplo con quince victorias y una sola derrota. En condiciones normales, un empate no sería excesivo delito ante semejantes guarismos; baste ver que ayer el United empató en White Hart Lane y el punto se celebró como una victoria. Empatare humanum est, o algo parecido vino a decir Mourinho en sala de prensa al recordar que sus jugadores eran eso, humanos. El problema es que algunos madridistas empezamos a sospechar que el rival de la acera de enfrente no lo es.
R
Foto: EP

No hay comentarios:

Publicar un comentario