Estadio
Santiago Bernabéu. Minuto 82. Vuelta de semifinales de Copa de Europa. El Real
Madrid está a tres goles de pasar a la final. Y aún así se pudo conseguir, así
de grande es este equipo. A veces se sabe la talla de un equipo, de un club, de
una filosofía, de una historia, por cosas que poco tienen que ver con los
resultados. Hoy se pierde por tercer año consecutivo en semifinales; pero lo
que queda es la indescriptible sensación de que ni siquiera tres goles de
desventaja con diez minutos de partido y contra un rival abrumador en muchas
fases de la eliminatoria son capaces de
hacer hincar la rodilla a este escudo legendario.
El
Madrid lo tuvo en sus manos desde la salida. La hoja de ruta estaba clara y la
tropa de Mou ejecutó los movimientos a la perfección, percutiendo con precisión
quirúrgica las líneas enemigas durante el primer cuarto de hora. Por desgracia,
la artillería no estuvo a la altura del plan. Tanto Higuaín, silbado al ser
sustituido, como Özil, superado por toda la eliminatoria, como Cristiano, que
ayer jugó lesionado –sin que se sepa bien qué es más protestable de todo ese
enunciado–, tuvieron tres ocasiones clarísimas que pudieron haber allanado el
camino.
Tras
esos fallos clamorosos solo hubo un protagonista con mayúsculas que creyó
ciegamente en la remontada: Diego López. El portero titular del Real Madrid
sujetó en su equipo con la misma convicción que evitó su desplome en la ida, y
sus guantes espolearon a unos compañeros agotados por lo infructuoso de la
tarea titánica que ellos mismos se habían puesto por delante. Sin Xabi Alonso,
roto por la lesión que le ha lastrado toda la temporada, y con Cristiano
mermado, Diego y Ramos se erigieron en bastiones indispensables.
Fue
precisamente el capitán el que dio la vuelta al estadio, y a punto estuvo de
hacerlo con la eliminatoria en el 88’. Su gol fue pura rabia y la antesala de
una remontada que nunca llegó a producirse porque el Borussia supo perder
tiempo y porque Webb no guardó tanto celo en las áreas como su homólogo de la
ida. Pero se vislumbró. Y pareció real. Cuando parecía imposible. Esto es el
Madrid.
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