Aunque ya hayan pasado varias lunas, el Madrid se empeñó en
prolongar la Semana Santa con un peculiar martes de pasión. Lo hizo con
alevosía, ya que el tempranero gol de Cristiano Ronaldo ponía más que de cara
la eliminatoria después del suculento botín cosechado en la ida. Como para anticipar
que una hora después se estaría sacando número en la sala de espera del
sufrimiento.
Poco pasó durante la primera parte, pero un pepinazo de
Eboue con el exterior devolvió las tablas al marcador y la fe al equipo turco. Y
por lo que vino después, bien pareció que alguno se quedó dormido durante las
sesiones de vídeo con las que Mou dijo haber soliviantado a sus huestes para
evitar excesos de confianza, porque en solo dos minutos, el 71 y el 72, el Galatasaray
se puso a dos goles de las semifinales.
La empanada era de tal calibre que sirvió para bajar de la
nube a Varane, un central como la copa de un pino que tuvo una noche
horribilis, a la altura –o bajura– de sus compañeros de zaga: un Pepe lento,
Coentrao por debajo de su gran nivel de los últimos partidos y Arbeloa
expulsado en la recta final por doble amarilla. En un pésimo partido el equipo
se acabó sujetando al mástil de siempre. Cristiano Ronaldo sacó brillo a sus
estadísticas para librarse de la quema y al Madrid de la angustia de unos
últimos minutos demasiado cerca de la eliminación de lo que habría resultado
tolerable. Tampoco es, claro, como para olvidar que el equipo se mete por
tercer año consecutivo en semifinales, después de una tacada infame de años
dándose de cabezazos contra rondas mucho menos nobles. Que quede la cosa como
aviso para los, esperemos, tres partidos que hayan de venir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario