lunes, 21 de enero de 2013

El Madrid ya tiene ángel


Pasó la semana entre rumores de banquillo para Cristiano Ronaldo después de su cacareada bronca con Mou al término del partido de ida de los cuartos de final de la Copa del Rey. Sorpresón, por cierto, que se filtre un encontronazo en el vestuario. Y se habló poco de fútbol a pesar de que el Madrid empezó a mostrar signos de recuperación ya en aquel partido.
Lo que sucedió ayer en Mestalla confirma que el equipo sigue en la línea de mejora apuntada en Copa y recuerda que, aunque la Liga tal vez esté perdida, la clase sigue fluyendo por las venas de este equipo. Clase y pegada mortal, porque el bofetón de realidad que le soltó el Madrid a su adversario, cinco goles en cuarenta y cinco minutos, es una estadística irrefutable que solo palidece ante la hipótesis de la paliza histórica que pudo haber sido.
Porque el Madrid se adelantó pronto, antes de los diez minutos; pero lo hizo después de que el autor del primer gol perdonase otra ocasión mucho más clara instantes antes. A la segunda no hubo piedad, y un contragolpe lanzado por Özil y Di María acabó con un remate preciso del Pipa Higuaín que desequilibró el marcador y pintó de piedra a Diego Alves. De toda aquella ecuación sobresale el nombre de Di María, uno de esos que no estaban y que pueden ser cruciales si deciden volver a estar. El Fideo se despachó a gusto contra sus críticos con un partido en el que hizo de todo: correr, marcar y asistir. Lo primero había empezado a hacerlo últimamente, pero como en lo segundo y lo tercero empiece a haber continuidad, este Madrid será temible.
A la fiesta se pudo sumar Khedira, de nuevo superlativo en su faceta box-to-box, pero el tremendo desequilibrio entre sus descomunales cualidades tácticas y físicas y su limitadísimo repertorio de remate le volvió a cerrar la puerta grande. Como dice un amigo mío, si a este chico le ponen a ensayar disparos una hora después de todos los entrenamientos, le hacen balón de oro. Y no es ninguna exageración.
El que sí estuvo en la fiesta fue el capitán in péctore del equipo, CR7, un ciclón agradecido por la decisión de Valverde de ponerle a lidiar con Diego Alves en lugar de Guaita. De sus botas nació la asistencia del segundo gol, con la que puso el balón a escasos centímetros de la raya a Di María y la cadera a varios metros de su sitio natural a Ricardo Costa. El tercero y el cuarto también llevaron la firma del portugués: uno, un órdago de velocidad que ningún defensa fue capaz de ver y que liquidó con un zapatazo al palo corto que Diego Alves no supo defender, y otro después de una vertiginosa jugada de toque en la que Di María empala un centro por la banda que Özil dulcifica con el tacón y el portugués remacha sin contemplaciones. Aun se plantaría solo el argentino una vez más delante de la portería de Diego Alves para redondear su gran noche, justo antes del descanso.
Y después, poco más. Valverde acertó al reconocer que el Madrid había perdonado lo que podía haber sido un castigo mayúsculo y la afición ché, que abandonó en masa el estadio hasta dejarlo casi vacío hacia el final del encuentro, no tuvo ni el clavo ardiendo del arbitraje para mascar una derrota sin paliativos. Lo peor para el Madrid, el escozor con el que puede acudir el equipo valencianista a la vuelta de la Copa del Rey. Lo mejor, sin duda, que se sigue con la progresión que acerca el recuerdo al equipo demoledor de la Liga de los cien puntos. No es momento ni de lamentarse por la pésima primera vuelta ni de fantasear con hazañas imposibles. Pero a este nivel, puede que baste el trabajo para que la temporada se acabe escribiendo en términos épicos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario