El Madrid asomó ayer la cabeza en las
semifinales de la Copa del Rey, justo el paso en el que se quedó el año pasado,
en la competición que ganó hace dos. Lo hizo después de un partido tenso y
vibrante contra un rival que rayó a muy buen nivel y que protestó airadamente
la actuación arbitral, que a decir verdad fue una de esas que ciertos
presidentes celebran sin remilgos cuando les arropan los incondicionales.
Porque sí, el línea le cantó a Soldado tantos
fueras de juego que uno pensó que en cualquier momento el delantero valenciano
iba a hacer honor a su nombre y le iba a fulminar con la mirada o algún otro
método más expeditivo. Casi todas esas infracciones mal pitadas, también ha de decirse, se
resolvieron de manera intrascendente. Eso, junto a una mano y un agarrón en el
área de Carvalho sirvió para que Superdeporte, el diario deportivo valenciano,
hablase de “el atraco de siempre”. En una línea similar se expresó David
Albelda, aunque aún está por determinar si el capitán valencianista es un llorón
como se le dijo a Di María esta semana o alguna suerte de libertario. Como hace
unos días escribíamos que el Madrid, pese a los errores arbitrales en el Reyno
de Navarra, no podía excusarse en ellos para justificar el
empate; nosotros optaremos por hablar de fútbol.
Porque lo hubo y mucho anoche en el Bernabéu,
aunque no necesariamente de la forma ordenada que les suele gustar a los
entrenadores. Salió el Madrid a romper y el Valencia con una determinación similar,
en su caso por evitar que el rival se desmelenase tan pronto. Prueba de ello
fueron las cinco faltas que recibió Cristiano en los siete primeros minutos, ninguna de ellas merecedoras de
amonestación a juicio del mismo colegiado al que algún valencianista querría haber visto colgado de la falla mayor.
El portugués fue el jugador más activo en este
primer tramo de partido, pero no el único. Özil rayó otra vez a gran nivel,
Modric pareció mucho más cómodo en su vuelta al once titular, y sería una
completa injusticia obviar el tremendo rendimiento que ofreció Khedira, más top
que nunca. Hasta Benzemá, absolutamente intermitente,
dio una gran sensación de peligro las escasas veces que agarró el balón cerca
del área.
Suyo fue el primer gol, que llegó después de
una parada salvadora de Casillas y de un contraataque de manual lanzado por
Essien que Khedira convirtió en veneno puro con un solo toque. El francés
remató la faena con el estoque tras un amago muy torero. A esas alturas el dominio del partido ya era
del Valencia, que tampoco se descompuso después del primer golpe, seguramente pensando que la batalla habría de dirimirse en tres horas y no en una y media.
A vuelta de vestuarios las fuerzas se
equilibraron y el partido se convirtió en un toma y daca de esos que tanto
temen los entrenadores visitantes en el Bernabéu. El saldo
parcial fue idéntico al de la primera parte, 1-0, después de que Higuaín
apretase con su presencia y una mano absolutamente involuntaria para superar a Guaita y Guardado. El mexicano fue el primero en despejar las dudas sobre la validez
del gol al no protestar absolutamente nada la acción.
En el intercambio, el Valencia también tuvo las
suyas, especialmente un rechazo de Casillas que cayó en los pies de Jonas y que
éste mandó al limbo con todo a favor, pero también en los múltiples balones
colgados –el Valencia ayer casi bate el Guinness de córners– al área merengue
que Casillas, una vez más, se negó a gobernar como debería un portero de su
talla. Esa es la cara B del guardameta mostoleño, por más que sus voceros se nieguen a escucharla.
Pero, igual que por ahí pudo reducir distancias y hasta empatar
el Valencia, el Madrid tuvo la sentencia de la eliminatoria en dos mano a mano
de Cristiano Ronaldo extraordinariamente despejados por Guaita, el mismo
portero que incendió Canaletas tras negarle
la victoria al Madrid en liga en la antesala de su visita al Camp Nou.
Y tal vez ahí estribe la mayor garantía del
Madrid de cara a la vuelta. Más allá del innegable valor de los dos goles y el
cero en la portería propia, cuesta creer que, conociendo al portugués, no trate
de resarcirse en la vuelta. Con todo, sigue siendo una buena noticia que
después de que tanto se hablase de cristianodependencia después de la cita de
Pamplona, la ida de cuartos de Copa haya dejado una victoria sólida que no invita a lamentar demasiado los
fallos del portugués.
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