El Madrid cerró el pasado sábado en
el Reyno de Navarra una primera vuelta que le ha dejado a dieciocho puntos del
líder y por debajo del Atlético de Madrid en la clasificación, datos que
hubieran hecho desternillarse hasta al madridista más epidérmico al principio
de temporada.
Lo peor, desde luego, fue la imagen
con la que el equipo cerró sus primeros diecinueve partidos: en casa del
colista, con un único tiro a puerta en todo el partido –en el descuento– y la
perenne impresión de que sin Ronaldo no hay nadie capaz de evitar la tendencia
del equipo este año a la depresión y la abulia. Ni siquiera el lamentable
arbitraje –uno más–, que privó al Madrid de un gol legal, volvió a diezmarlo
por una expulsión justa pero impensable contra otros equipos o jugadores, y sancionó
a Oier solo con una amarilla por una entrada criminal contra Higuaín, puede
servir de excusa. Osasuna no jugó a nada y el Madrid cometió el pecado
imperdonable de seguirle el juego.
Y, aunque la agresividad mediática
contra Mourinho se haya
rebajado bastantes grados, perdura la sensación de que el técnico portugués
no acaba de dar con la tecla para hacer reaccionar a sus hombres. Puede que, como
dicen algunos, haya dado por perdida la Liga y no le importe entrar en
barrena con tal de picar el orgullo de sus jugadores.
Resulta justo, cuanto menos, dudar
si el fin justifica los medios, porque es evidente que cualquier madridista
pasó del cabreo de los primeros partidos a una cierta decepción resignada el
pasado sábado, y no es desde luego ninguna de las dos características
habituales del fenotipo madridista. Pero también es cierto que si el equipo se
despereza en los tres últimos meses de competición y el sprint le llega para coronarse en Champions escaso poso quedará de
todo este sufrimiento. Baste ver la pobre actuación que el equipo tuvo en Liga
el mismo año que se consiguió la Octava, o lo poco que duró la decepción del
centenariazo cuando, días después, se consiguió la Novena.
Quizá haya que quedarse con algo de
las dos posiciones. Es evidente que el Madrid no puede seguir paseando ciertas
actitudes en campos de rivales manifiestamente inferiores. Se puede empatar, se
puede perder, pero no se puede dar sensación de impotencia. Del mismo modo, no
se puede descartar a esta plantilla para el resto de títulos en liza. Que en la
Liga se haya dado la circunstancia del que el Barça haya culminado una primera
vuelta con catorce puntos más que el año pasado a estas alturas, apoyado en sus
momentos de buen juego y en los empujones arbitrales en situaciones de
debilidad como la que vivió, por ejemplo, en el Reyno, o que el Atlético de
Madrid haya hecho casi el doble de puntos en esta primera vuelta que el año
pasado en los mismos partidos son datos que deben servir para poner en su justo
relieve lo que está sucediendo. El Madrid ha completado una mala primera
vuelta, pero de ninguna manera una temporada catastrófica. Hay entrenador, jugadores
y partidos de sobra para dar la vuelta a la situación y contestar con títulos. En
sus manos está.
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