Una década llevaba el Madrid sin
remontar una eliminatoria y tan solo dos minutos estuvo ayer eliminado en
octavos de final de la Copa del Rey, los que tardó Ronaldo en agarrar un saque
de banda de Arbeloa, no le hace falta mucho más al portugués para hacer
virguerías, y mandar un zapatazo al fondo de las mallas que clasificaba al
Madrid por el valor doble de los tantos fuera de casa.
Y por si acaso algunos, los que no
le votaron como mejor jugador del mundo -o
los que sí pero no-, entendieron el tanto del portugués como una ecuación
en la que el portero vigués ejerció de incógnita determinante; el crack de
Madeira se despachó a gusto con otros dos goles, uno más delirantemente
anulado, y una asistencia en las postrimerías del partido. Así que los premios
dirán lo que quieran, pero Cristiano es un futbolista superlativo, que ha
realizado una campaña espectacular, ha ayudado al Madrid a ganar la Liga más
complicada del mundo y a su selección a colarse entre las cuatro mejores de
Europa. Su comunión con el Bernabéu es total y sus galones en el equipo se agigantan a cada partido.
Pero el Madrid ayer no fue solo
Cristiano, pese a lo que se lea por ahí. El Celta, que se presentó en el
Bernabéu con seis bajas voluntarias en su once, de entre las cuales llamaba
poderosamente la atención la de Iago Aspas, tal vez lo fió todo a mantenerse
vivo en la eliminatoria dosificando la renta de la ida hasta la última media
hora y ahí inyectar a su crack en el partido para tratar de sacar petróleo. Y
pese a lo contundente del 4-0 del resultado, no estuvieron tan lejos de
conseguirlo, porque tras acabar la primera mitad con un 2-0 y ver cómo Ramos era
expulsado rigurosamente (la segunda tarjeta fue una estupidez suya, pero la
primera lo fue del árbitro) mediada la segunda parte, el escenario les dibujó
la prórroga a solo un gol de distancia con un rival nuevamente diezmado.
Sin embargo, en inferioridad el
Madrid volvió a sentenciar con dos zarpazos en los que Ronaldo estuvo, cómo no,
de por medio. En el primero selló el hat-trick que el línea le había negado en
la primera parte después de una cabalgada sideral de las suyas cuando los demás
boquean hasta para ir a por agua a la banda. Y el segundo fue una pared
fabulosa entre Khedira y el portugués que acabó con el alemán trastabillado
frente a la portería del Celta y rematando de una manera tan poco académica que
el balón entró mansamente entre las piernas del defensa, sorprendido como todos
por tan retorcida finalización. Es de estudiar lo de este chico. Pocos
delanteros en el mundo crean tantas situaciones de peligro como él últimamente;
una lástima que su habilidad para generarse ocasiones no venga acompañada de un
mínimo despliegue técnico. Claro que, si fuera así, sería su renovación y no la
de Cristiano la que traería de cabeza al madridismo.
El partido terminó con el público
encendido, la eliminatoria superada y el Valencia esperando en cuartos. Antes
hubo pitos a Mourinho y aplausos a Iker, que salvó los muebles con 2-0 en tres
ocasiones, y volvió a mostrar su inseguridad habitual en los balones parados.
Y, siendo el público soberano, cabe preguntarse si lo que ha mediado entre el
Mourinho coreado hace escasos meses por desbancar en Liga al que se denomina
mejor Barça de la Historia y éste al que ahora se pita son los 16 puntos de
desventaja que separan al equipo blanco del líder o la devastadora campaña
mediática que se ha hecho contra un entrenador cuyo máximo pecado ha sido no
tolerar injerencias externas en la gestión deportiva del equipo. Ronaldo, que
además de capitán in péctore tiene últimamente la sensatez por bandera, hizo
ayer un llamamiento a la unidad del equipo y la afición. Para los que ahora
claman contra Mourinho y luego pedirán continuidad y proyecto, sirvan las dos
competiciones en los que todavía sigue vivo el equipo como motivación para
dejar de tirar piedras contra el tejado propio.
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