El Madrid culminó su
resurrección soñada en el mejor teatro posible: Old Trafford. Lo hizo, además,
sobreponiéndose a una hora de pesadilla en la que Sir Alex Ferguson supo plagar
de espinas la autopista hacia al gol que habían encontrado los blancos, verdes ayer, en su doblete particular contra el Barça. Buen conocedor de sus
fortalezas, sobre ese cimiento ha construido infinidad de equipos ganadores el
escocés, Fergie le negó a Mourinho el contragolpe y se acomodó en la ventaja
inicial que le proporcionaba el empate a domicilio de la ida.
Como casi siempre que se le
ha planteado tal dilema esta temporada, el Madrid se sintió durante 60 minutos
como un niño que trata de encajar la pieza cuadrada en el hueco redondo.
Durante la primera parte, el juego estuvo a punto de
saltar por los aires en un par de disparos de Van Persie y Wellbeck que Diego
López salvó in extremis. En la segunda, la bomba estalló con una jugada de
billar en la que Sergio Ramos acabó metiendo la bola negra en la tronera
equivocada.
Con el 1-0 y el infierno de
los sueños encendido, el Madrid se agarró a un protagonista inesperado: Modric.
Cualquier otro entrenador hubiera optado por más madera. Mourinho optó por contratar a un
nuevo maquinista.
Con el croata en el campo, el
Madrid se descongestionó, empezó a percutir con fuerzas remozadas sobre la doble línea
de cuatro rival y la puerta del castillo ya no pareció tan inexpugnable. Ante
el asedio, los locales buscaron refugiarse en alguna contra que, más que rematar la
eliminatoria, les permitiera hacer acopio de víveres y oxígeno ante el invierno
que se avecinaba. La consigna era cazar algún balón dividido y Nani se prestó
voluntario con tanto entusiasmo que el colegiado
no le perdonó que en el disparo se llevase puestas las costillas de Arbeloa, el pobre
cervatillo que pasaba por allí.
Con la expulsión, todo
cambió. Sobre todo porque, instantes después, Modric hizo gala del desparpajo
que le faltó toda la noche al líder natural, Cristiano Ronaldo, para zafarse de
un par de defensas en la frontal y soltar un zurriagazo enorme. La estirada de De
Gea fue inmejorable, las coordenadas del disparo, imparables.
Con el empate y la perspectiva
de una prórroga con un hombre menos, el United se vino definitivamente abajo. Era cuestión de
tiempo y no pasó mucho hasta que Higuaín se inventó una pared y un desmarque en
el área para servirle en bandeja el 1-2 a Cristiano. Poco partido quedó a partir de entonces, pese a que a Diego López le dio tiempo para sacar tres balones imposibles, uno con el pecho y dos con los puños, y a Ramos a jugarse un penalti estúpido en el descuento.
El Madrid eliminó a un equipo
titánico con talento y plantilla suficiente para haberse proclamado campeón de
Europa este mismo año. Y no hay mejor manera de honrar a un rival de la talla
del caído ayer que asaltar con todas las fuerzas el cetro continental.
No hay comentarios:
Publicar un comentario